Te lloro.
Luto eterno tu larga ausencia.
Camino por inercia, por necesidad, porque no hay alternativa, sin poder hacerle una finta a la congoja.
A veces te hablo como si aquí mismo estuvieras.
Te llamo no bien entro a casa, te comparto mis inquietudes durante el día, te hago preguntas; en ocasiones te reprocho tus silencios, frías sentencias que duelen en el cuero.
Pero siempre, siempre te pienso.
Y te lloro, acurrucado y triste en mi laberinto sombrío.
Todo es opacidad, ya nada late, ya nada brilla.
Tu voz y tus cantos son sólo rumores que emergen de mis recuerdos.
Y tu figura inquieta es una imagen pálida que se desvanece cuando me acerco.
Cuando alguien te cita se me cierra el pecho y se rompe de mí otro fragmento.
Y te lloro, solo y sin destino yo te lloro, en desconsuelo, pues no concibo aún al ayer como único enlace hacia vos.
La vida es entonces un pan duro que se desmigaja, un arroyuelo sin peces, un largo y amargo trago de infusión oscura.
Cualquier alegría es ocasional, es un espasmo sin mucho sustento.
Y cualquier pequeña esperanza es un suspiro, una manta corta cuando llega el frío.
Quién sabe, acaso llegue el momento en que pueda evocarte con una sonrisa. Porque hoy por hoy, apenas te lloro.
Sólo te lloro...
Pablo, el druida
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