Transcurrían los años cincuenta y ya era una insoslayable referencia de las letras y de la cultura. Y no sólo de nuestro país, sino de América y del mundo entero.
En esa ocasión estaba dando una conferencia en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.
Los asistentes oían con sumo interés las sapientes palabras del "maestro".
Y así empezaron a llamarlo los entusiastas alumnos a la hora de las preguntas.
Maestro de aquí, maestro de allá, entre una pregunta y otra, a las que el ilustre conferencista respondía desde su profundidad, inasible para muchos al momento de abordar muchas de sus obras, aunque allanando el camino en coloquios de ideas.
Al cabo de un buen rato llegó la consulta fuera de lugar, irreverente e impúdica, de esas que nunca faltan en ambientes de las Ciencias Humanas, proveniente en este caso -y en tantos otros- desde la autosuficiencia, tan enquistada en nuestra sociedad, desde la conocida y poco célebre arrogancia porteña.
El atrevido asistente efectuó, finalmente, su burdo interrogante:
..."Maestro, usted, que todo lo sabe, podría indicarme qué camino debo tomar para ir al baño?"...
Sobrevino entonces la risotada generalizada y encendida del aula.
El disertante esperó pacientemente hasta que se hubiere apagado el último eco de risa, sin incomodidad, sin inquietarse.
Entonces, con demoledor y elegante sarcasmo, le respondió:
..."Vea, joven, al salir del aula diríjase hasta el fin del corredor; una vez allí gire hacia la derecha, y sobre la misma mano, antes de llegar al final del pasillo, se encontrará con una puerta con un cartel que dice "CABALLEROS". Pero usted no se preocupe, no le dé importancia y entre"...
Las risas volvieron a aparecer, este vez con más vigor y resonancia.
Y dicen, también, que se desataron muchos aplausos...
Sin dudas, ocasional lector, te habrías dado cuenta de que se trataba de Jorge Luis Borges aquel conferencista de lujo sin necesidad de haber visto la arbitraria foto que posteo.
Sabrás entender, también, que la escena narrada fue transcripta desde mi osadía -acaso tan poco pudorosa como la actitud de ese estúpido estudiante de letras- luego de haberla oído casualmente en la radio, minutos atrás.
Pues mi imaginación hizo de las suyas en el momento de engarzar los pocos segundos de referencias dadas al aire por el periodista.
@Druidblogger

Te felicito Max hermoso relato
ResponderEliminarLeonora (Leo)
Gracias, Leonora, sos muy generosa!
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