Llegaste como un susurro en medio de mi aturdimiento.
Golpeaste mi puerta, y yo te abrí.
Y aquí te quedaste, endulzando mis oídos y abrigando mi alma fría.
Compartiendo mis días, besando mis madrugadas.
Pudimos perdernos; elegimos cuidarnos.
Llegamos a rasparnos; supimos perdonarnos.
Cuando nos visitó la sonrisa ya no se fue de nuestra mirada.
Pues siempre primó el sentimiento, profundo, tierno, que regó el jardín de nuestra esperanza.
Mientras afuera el invierno toma impulso la lumbre de tu amor me templa y calma.
El presente lleva tu rostro y tu piel, huele por vos a flores mi dulce niña-mujer.
Me llegaste dentro, Sabrina, muy dentro.
Emocionado al sólo pronunciarlo tu nombre es sinónimo de renacimiento.
Es la palabra mágica que movió la enorme roca de mi entrada.
Y lo que mis labios mejor pronuncian llegadas las horas mansas.
Supiste destrabar mi cerrojo y lubricar las bisagras de mi pesado pórtico; permitiste que entrara el sol y se diluyera de a poco mi penumbra.
"Princesa" de mi pequeño reino, trajiste lozanía a mi herrumbrada vida.
Me trajiste tu ritmo y tu miel, tu sensibilidad infinita, el fresco aporte de tu osadía.
Me embriagaste con el vino de tu esencia noble.
Cuando te miro me arrobo y me pierdo, deja de caer presurosamente la arena de mi reloj y se detiene el tiempo.
Cuando te pienso se enciende la vida y se muere el misterio.
Con vos me desacartono; como este momento, que ni rima ni métrica en estas líneas respeto.
Con vos me hallo, respiro profundo, me río sin límites, me desprendo de las ligas del pasado.
Sabrina, en este desordenado racconto de sensaciones podría seguir "in eternum"
Pero por ahora voy dejando, total...tenemos tanto tiempo!
Te ama
Pablo

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