sábado, 30 de septiembre de 2017

El loco del Calendario

No lo he visto muchas veces, apenas cuatro, siempre en la misma calle y siempre este año, en el mismo horario y caminando en el mismo sentido.
Ya en la primera oportunidad mi mirada curiosa se detuvo en esa imagen pintoresca de viejo profesor universitario de ciencias duras. Un ambo negro levemente arrugado vestía su figura pequeña y ágil, cabellos níveos, largos y algo desprolijos, caminar errático y su  acercamiento hacia todo aquél con quien se cruzase para hacerle una pregunta.
Muy pronto me percaté de que a todos los transeúntes les hacía la misma e insólita consulta: él necesitaba confirmar en qué fecha vivía.
-"Hoy es 28 de marzo?" -supongamos- preguntaba.
-"Sí señor, 28 de marzo" le respondía un vecino.
-"Muchas gracias"respondía él a su vez, siempre con educación y ojos desorientados, para continuar luego su marcha hacia la nada, con ritmo inquieto y hasta toparse con el próximo a quien nuevamente inquirir.
Finalmente fui yo -y así cada vez-, caminando en sentido opuesto a pocos metros de estacionar mi auto en el mismo sitio, el ocasional receptor de su insistente desorientación. Yo le confirmaba con gentileza que vivía en la fecha en la que suponía, él agradecía con educación y continuaba ansioso con su caminata.
Después de dejarlo he quedado siempre en persistente reflexión, preguntándome infructuosamente de dónde vendría este vejete extraño y en qué recodo de la vida habría perdido parte de su razón.
Era alguien educado e inofensivo, con vivos residuos de buenos modales, sin dudas con cierta cultura, pero de ojos mustios de confusión y con mente en irremediable extravío.
La sensación que me dejó ha sido siempre mixta, con variables proporciones de sorpresa, incertidumbre, pena. Hasta risa, pero nunca pude hacerle una certera finta a la empatía, por lo que siempre terminé imaginándome vestido de negro, caminando con rumbo incierto, gastando la suela de mis zapatos e ignorando el día, el mes y acaso hasta el año en el que yo vivía. Y eso me estremecía.
Porque la empatía siempre estremece...
Fue una vez, fueron dos, tres...cuatro.
Ayer, viernes 29 de septiembre de 2017, fecha muy clara para mí y para todos los habitantes de San Justo menos para uno, volví a divisarlo a la distancia.
En la misma calle Villegas casi en su intersección con la Avenida Santamaría. Vi que preguntaba a uno y a otro, con insistencia creciente aunque con la misma educación y el mismo vértigo.
Una vez ante mí creí llegaría la consulta consuetudinaria.
Casi me le adelanto, estuve a punto de encararlo e informarle la fecha antes de que él me la preguntara. Pero ante mi leve irresolución llegó, puntual, su consulta, en la ocasión ligeramente modificada:

-"Buen día, señor, octubre viene después de septiembre?".

Entonces actué un poco para redimirme de esa inicial falta de reflejos. Me mostré pensativo, como si la pregunta fuera de difícil respuesta, que llegó finalmente.

-"Sí, caballero, efectivamente, octubre viene después de septiembre. Y recuerde, luego vienen noviembre y diciembre"
-"Gracias, señor", respondió con nerviosismo, aunque lo que yo le dijera haya caído inexorablemente en el oscuro abismo de su desmemoria.

Continué mi camino, aunque lamentando no haber podido tomarle una foto con mi teléfono móvil sin que lo notase, pues necesitaba quedarme con una imagen como testimonio de su pequeña historia urbana. Estaba seguro, no obstante, de que ya habría otra oportunidad, más pronto que tarde. Quizás el próximo mes, o el siguiente de un calendario siempre turbio para él.
Así fue que seguí a pie un par de cuadras hasta llegar a la Escuela Bautista, cliente mío desde hace 25 años, para cobrar la cuota de mis servicios; y de allí caminé hacia el este una cuadra más, siempre por Villegas, hasta el Café Martínez, en donde disfruté de un opulento desayuno de café con leche y tostadas.
Al emprender el regreso hasta mi auto, a dos cuadras nomás, divisé nuevamente su figura avanzando en el mismo sentido en el que lo viera una hora antes, como si él hubiese estado andando en círculos. Entonces me mantuve a distancia, no para evitar su demanda consuetudinaria sino para elegir el lugar y el momento justos para tomarle una o dos fotografías. Ésta era mi oportunidad.
Pude finalmente sacarle dos fotos, una más nítida que la otra, pues debí editarlas y quitarle autos y árboles que estaban en primer plano. Una de ellas la que se encuentra al pie.
Incluso hasta conseguí caminar detrás unos pasos y filmarlo por un instante.
Me gustaría saber más de este atípico personaje de perenne duda y vacilante memoria.
Voy a curiosear por los comercios locales. Seguramente me darán referencias en un taller mecánico en el que siempre hay movimiento, se encuentra en el área de su peripatética y pertinaz demanda.
Aunque sé perfectamente que volveré a encontrarlo.
Y si él me lo permitiese -por cierto, después de confirmarle varias veces la fecha- me encantaría invitarlo a tomar un café...


Pablo
@DruidbloggerOK

6 comentarios:

  1. Estaré atenta a como sigue la historia. Me dejaste con la intriga.

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    1. Gracias por tu comentario, Josefina!
      Para quien no es escritor y se atreve cada tanto a postear algo, generar interés es halagador.
      Seguro que continuará, depende de un nuevo encuentro! Saludos :)

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  2. Enternecedor. Y deja ganas de un "continuará"...

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    1. Gracias, Iggie!
      Y tendré en cuenta lo que me señalaras en privado!

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  3. 👏👏👏👏👏👏 esperamos la 2 parte

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    1. ¡Gracias por tu visita a mi pequeño rincón, Patri! Y por tu lectura. Siempre serás bienvenida. Besos!

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Gracias por tu comentario!