domingo, 20 de mayo de 2018

SABATTINI -Crónicas barriales-

Se lo habían recomendado a mi padre a principios de los años noventa o algo antes.
En casa necesitábamos remozar el baño y su nombre fluyó casi como una palabra mágica, como una solución inmejorable en el supermercado de barrio al que aún concurro, ya no como cliente sino como casi feligrés.
-Jorge, si necesita un albañil de confianza llámelo a Sabattini, no lo piense más.
Don José, dueño del negocio, así se dirigía a mi padre con la certeza de que el tano retacón de la casa de enfrente, cejijunto y quejoso, de nariz aguileña, sería la respuesta a nuestra urgencia hogareña. Sabattini, el que conducía su cada vez más destartalado Fiat 1500 que alguna vez fuera color verde, casado con una extravagante Nefertiti de pecas mal pintadas, red negra sobre su cabello y cada vez más divorciada de la realidad.

Cada tanto lo cruzo.

Yo sé quién es él, mas el viejo albañil no debe tener ni remota idea de quién se trata aquél que le pasa cerca mientras él se compenetra en el manejo; cada vez más cejijunto, con su nariz cada vez más aguileña y sus dos brazos aferrados al volante como si se tratase de un conductor iniciático.
Fue un largo parto su estancia en casa. Siempre maldecía por lo bajo en un dialecto sureño, probablemente siciliano, cuando no le daba la escuadra, cuando cortaba mal una cerámica o si encontraba algún caño que no esperaba en las entrañas de la pared.
Era tragicómico cuando por la demora o las distintas contingencias que se suscitaban se responsabilizaban mutuamente con Gerardo, el plomero, hombre también recomendado por Don José y que aún hoy día se ocupa en casa de los arreglos de gas y plomería.
Gerardo, cada día más informal, cada día con una sonrisa más dentalmente despoblada.
El baño de nuestra vivienda de calle España quedó finalmente concluido. Sus sanitarios debidamente instalados, su piso a nuevo, sus grandes azulejos blancos puestos casi sin hacer corte alguno. Seguramente la pereza de Sabattini incidió en la compra de aquellos azulejos, que por su tamaño le aseguraban realizar menos cortes, sólo aplicarlos uno a uno sobre la fina carpeta aplicada en cada muro.

Cada tanto lo cruzo.

El mismo parto sufrieron un amigo y su madre cuando fuera a renovarles el baño.
Siempre faltaba material, siempre se le complicaban las tareas, siempre trabajaba como si en lugar de cobrar por su mano de obra estuviese haciendo un favor o una obra de caridad.
Y siempre se quejaba de haber presupuestado de menos.
Los trabajos quedaban bien no obstante, pero había que bancarse su mirada huraña, y esa presencia más tóxica que el polvo de la cal en los pulmones.
Su escaso cabello canoso y engrasado, peinado hacia atrás, con algunos claros.
Sus ojos oscuros, moriscos, graves, como los de un águila.
Habitualmente vestido de jeans gastados y camisa de trabajo, pero prolijo por tratarse de un albañil de balde y cuchara.
Sus manos pétreas y rasposas, como las de todo aquél que las usa habitualmente para tareas poco delicadas.

Cada tanto lo cruzo.

Cuadra y media separan su morada de la mía actual, casi dos, sobre la misma mano, mirando hacia el sur.
Fuerte, bien construida, pero básica y de gusto cuestionable.
Su Fiat 1500, de sonido más ronco que otrora, apenas cabe tras la reja de su frente.
Sabattini, cada vez más cecijunto, cada vez más osco y de nariz más corva, cual cimitarra mora.
Lo conoce medio Castelar Norte, así como a Gerardo, el plomero informal que casi nunca viene si lo llamas y casi siempre llega sin que lo esperes.
En su generación los albañiles solían ser italianos o españoles.
Rudos, ásperos, rústicos y fuertes.
Hoy son generalmente paraguayos.
Sabattini debe acercarse a las ocho décadas si es que ya no las tiene. O más aún.
Acaso la guerra lo expulsó de su Italia natal, con familia y enceres escasos arrumbados en la lóbrega bodega de un barco.
A algunos la migración los hace más tiernos y melancólicos.
A otros más oscos, como a Sabattini, el de llorar presupuestos que se quedan cortos y de mirada cada día más torva.

Cada tanto lo cruzo.

Me llamó la atención días atrás ver su auto en la otra cuadra de mi casa, anterior a la suya.
El Fiat 1500, descolorido y maltrecho, yacía estacionado obstruyendo la entrada vehicular de una vivienda; desde hacía al menos jornada y media, casi dos, estaba así.
Lucía sucio, aún más desvencijado y corroído hasta en su alma de hierro.
Las dos cubiertas izquierdas, delantera y trasera, estaban absolutamente bajas.
Lo primero que pensé fue que Sabattini, a quien no veía desde hacía al menos un par de meses, estaría haciendo algún trabajo de albañilería en esa finca y que su auto decidió no volver a arrancar. Era una idea algo retorcida, por cierto, fundamentalmente porque sería el uso de un vehículo para realizar un trabajo a 100 metros de su propia vivienda.
También cruzó por mi mente -como cada tanto cruzo a Sabattini- que el viejo “muratore” se había retirado definitivamente de la cuchara y el nivel y que había vendido su auto a un vecino.
Asaltado a mano armada por la curiosidad pregunté por él en el supermercado, desde cuyo blindex de entrada se divisa la propiedad con revestimientos de cerámica color marrón.
Fue Gastón, uno de los repositores, quien me dejó boquiabierto con su respuesta:

 -Sabattini? Murió hace más de un año y medio…casi dos. Su esposa lleva más de un año internada en un geriátrico. En su casa están viviendo unos familiares y en la otra cuadra, en donde viste el auto, también viven familiares suyos.

La vida es una línea de tiempo difuso.
Se entremezclan en ella pasado y presente; se funden en su magma imaginación y realidad.
Y también una memoria que cobra vida.
Una autovía en la que los días quedan atrás como si fuesen minutos y en la que el vértigo alcanzado, en cada pestañeo, te roba personas y momentos.
Sin que lo percibas.
Ayer pasé nuevamente, bolsa en mano, junto al destartalado Fiat 1500.
Me pareció verlo a Sabattini dentro, algo transparente, aferrado al volante con sus brazos borrosos. Su mirada estaba algo perdida, como la de un fantasma.
Y sus ojos más cejijuntos que nunca…

Pablo
@Druidblogger



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