sábado, 2 de marzo de 2019

APERTURA DE SESIONES ORDINARIAS - El discurso presidencial

La mañana de la víspera marcaba el inicio de las sesiones ordinarias del Congreso de la Nación.
Y cual es costumbre, el presidente en ejercicio las inició formalmente con un discurso.
Desde que éste concluyera no he dejado de leer y oír distintas interpretaciones acerca de su contenido.
En principio daré mi visión sobre las palabras vertidas por Mauricio Macri desde el púlpito de nuestro parlamento, tratando de despojarme de cualquier simpatía hacia su persona y de cualquier contemplación para con su gestión de Gobierno.
La alocución presidencial estuvo dirigida desde la sinceridad y la empatía para con la gente.
No percibí ningún atisbo de victimización sino de reconocimiento de la dificultosa situación por la que atravesamos y de las más importantes causas que como ríos convergen en ella.
El presidente está en su eje y no se desvió del mismo al momento de dirigirse a los legisladores; es consciente de los días complejos que el país atraviesa en materia económica y social aunque también muy seguro del camino emprendido y del norte elegido desde que asumiera su cargo en diciembre de 2015.
Un modo de confirmar que se está "haciendo lo que hay que hacer" y que tal frase es más que un eslogan marquetinero.
Un sector no menor de quienes ayer ocupaban sus bancas se rasgaban las vestiduras al escucharle enumerar algunos de los logros más importantes de su equipo de Gobierno.
Los mismos que hasta no hace mucho aplaudían cada autorreferencia de una presidente de ego hipertrofiado que declamaba con dudoso gusto en extensas cadenas nacionales.
Éste era un momento de balances, de reconocimiento de la coyuntura, de confirmación de objetivos, no de proponer medidas desesperadas ni de hacer anuncios grandilocuentes, más allá de anticipar un aumento del 46% para las asignaciones universales, en sintonía con lo pactado con el FMI.
Cómo tener en cuenta, por tanto, la opinión de ese sector ideológico y político que apoyaba a una Jefa de Estado que no reconocía la realidad?
Que incluso gruñían como bestias mientras el presidente prometía redoblar la lucha contra el narco y las mafias. Será que tomaron este anuncio como un ataque personal?
Cómo considerar seriamente al peronismo en general -y al kirchnerismo en particular- cuando además de contar con el peor elemento humano del mercado político copta personajes impresentables expulsados por otras fuerzas? Pues ayer compareció una falsa legisladora, echada por Cambiemos por denuncias de abuso de su propia familia, ubicada en el recinto en cercanías de Felipe Solá y Axel Kicillof y que se negara a abandonar la sala a poco de insultar al mismo presidente.
Esta diferencia es esencial, amén de las distintas medidas - erráticas o no- de sus respectivos Gobiernos.
Antes había una persona que se servía de estadísticas falsas, que nos mentía, que no reconocía errores, que no aceptaba críticas, que perseguía a opositores y a la prensa inquisidora y que congeló las tarifas de los servicios públicos, tirando irresponsablemente un serio problema para adelante con tal de no perder caudal de votos.
Ahora, en cambio, tenemos un Jefe de Estado al que se le pueden encontrar errores de diverso orden: comunicacionales, operativos, acaso de enjundia para ir más a fondo con los evasores y con menos acoso impositivo para quienes sí tributamos.
Se trata no obstante de un líder dialogal, que no trata de vendernos espejitos de colores, que debió aceptar el trabajo sucio e impopular de sincerar tarifas para que no quedáramos sin energía, que cultiva la vieja premisa de que "sin sufrimiento, no hay desarrollo".
Alguien que está convencido de que estamos mejor que en el año 2015 dado que se están sentando las bases para el crecimiento. Y que no estuvo mal al utilizar el ejemplo que diera, pues es ilustrativo de la realidad: alguien le había dicho por la calle que este año no le daban los números para irse de vacaciones con su familia, pero festejaba le hayan instalado las cloacas en su casa.
Esa convicción personal, confirmada por sus palabras, recibía como contrapartida sucesivas interrupciones e insultos desde una horda de energúmenos al mismo tiempo en el que él aceptaba que fuera investigada hasta su propia familia, sin quejarse de persecuciones ni de campañas en su contra sino que le tocaran las generales de la ley.
No respondió provocaciones con provocaciones sino con una frase lapidaria, espontánea, fuera de libreto y que quedará para la posteridad: "los gritos y los insultos hablan de ustedes, no de mí".
En ese momento el presidente elevó el perfil y sacó el cuchillo de la vaina, algo que tantas veces le reclamamos aquellos que hemos depositado en él nuestra confianza.
Y como hoy mismo escribiera en su columna de "La Nación" Joaquín Morales Solá, con un epílogo de discurso "que hizo acordar a no pocos finales épicos de los discursos de Alfonsín".
Mi conclusión final es que su mensaje dejó en evidencia a un presidente sincero, responsable, preocupado, enérgico, que no abandona la lucha, lúcido, en su eje y fiel a sus convicciones.
Del otro lado, la barbarie, una mutación catastrófica de la genética social con representantes vistiendo "pilcha" de legisladores, lo peor de la política vernácula que no escatima provocaciones ni jugadas reñidas con la moral, los códigos de elemental convivencia y las buenas costumbres...

Pablo  /  @Druidblogger







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