sábado, 3 de noviembre de 2012

Corrientes y olas...


Sabido es cuán malos resultan ser los "ísmos". 
Sobre todo al viajar éstos mucho más allá de la simple fuente inspiradora de sus nombres.
Siempre habrá, no obstante, una excepción que confirme tal regla. Por caso, citemos la del propio Hijo de Dios, el Cristo, que por su linaje divino, su pregón pacificador y por haber dividido en dos la gran línea de los tiempos, merecedor es de que su nombre bautice una gran corriente.
Pero en tren de analizar las funestas huellas de los personalismos, se me ocurre trazar un paralelISMO entre dos personajes, funestos ambos, cuyo obrar terminara en luctuosos resultados para las sufridas naciones que padecieran sus gobiernos: aludo concretamente  a Josef Stalin y a Cristina Fernández de Kirchner, heredera directa, ésta última, del cetro del Kirchnerismo, aunque con ascendiente como para dar génesis al denominado Cristinismo, forma acaso aún más radicalizada.
Como el ciclo de Cristina como presidente aún no ha concluido, sólo referiré algunos aspectos de la vida del desaparecido dictador georgiano, apenas para graficar cómo se reciclan los recovecos de la Historia, más allá de latitudes, de coyunturas bélicas, de idiosincrasias. Pues ésta es como las olas del mar, que retornan siempre impetuosas, por diversos que sean los sedimentos que los titanes de las profundidades arrojan hacia a las costas.

  • Stalin tenía origen proletario.
  • Se sentía inspirado por las revoluciones.
  • Creció progresiva pero decididamente dentro de su partido.
  • Despertó admiraciones profundas y odios exacerbados.
  • Dividió su enorme país entre amigos y enemigos del régimen.
  • Sus políticas económicas fueron desastrosas.
  • Persiguió con los distintos instrumentos del Estado a todo aquel que se permitiera alzar la voz en señal de disenso.
  • Dilapidó los recursos de su gigantesca unión de repúblicas.
  • Falseó las estadísticas groseramente.
  • Su rostro estaba diseminado en millones de cuadros, efigies, estandartes, gigantografías.
  • Se sirvió escandalosamente de la propaganda
  • Disfrazó de falso bienestar a la empobrecida URSS ante la visita de veedores extranjeros.
  • Era paranoico, al punto de haber llegado a expulsar y hasta condenar por alta traición a muchos de los que le fueran siempre leales.
  • Era temeroso:  permaneció buen tiempo escondido en el bajomundo del metro moscovita cuando corría el rumor del peligroso acecho alemán.
  • Atacó la religiosidad, llegando a destruir miles de templos ortodoxos, creyendo que la religión iba en contra de los intereses del Estado y confundía a la ciudadanía.
  • Se apoderó de las cosechas de muchos cuentrapropistas para constituir un fondo común.
  • Consiguió que en Ucrania, de suelos riquísimos en chernozión e ideales para la explotación agrícola, murieran millones de personas por la hambruna.
La verdad, podría seguirse por un buen rato, pero no quisiera correr el riesgo de aletargar al ocasional lector que me privilegie con su visita, por lo que allí concluye la poco envidiable enumeración.
Tampoco le quedan muchas palabras a este post, que a modo de piadoso manto silencia, al menos en este caso, todo facto allido de nuestra jefa de Estado, incluso hasta porque, quizás, ni falta haga.
Los zares Romanov cayeron, después de 300 años en el poder, ante el violento desembarco bolchevique.
Nuestra zarina vernácula, Cristina Fernández Wilhelm de Kirchner, lleva casi una década en el máximo poder. Pero la suerte no es eterna, y a diferencia de Stalin, que contó con la alianza de la salvadora e impiadosa nieve para conseguir diezmar el avance teutón, Cristina contempla azorada cómo todos aquellos vientos que en tiempos de su difunto marido soplaban decididamente a favor, están hoy haciéndolo caprichosamente en contra.
Resentimientos, personalismos, psicopatías, grandes discursos, pobreza recurrente, violencia. 
Vaivenes, en el espumoso y embravecido mar de la historia...

Pablo, el druida



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