El pez, por la boca muere.
Inclusive los peces gordos, muchas veces con responsabilidades que les exigirían más recato y cautela a la hora del discurso.
Está claro que, a veces, la debilidad de algunos, a quienes extrañamente hasta se les reconoce "gran capacidad oratoria", radica justamente en esa espasmódica metralla de verba inmeditada. Esos esclavos de propia cotorrería que los somete al yerro constante, al autoescarnio.
Cada vez que abre la boca, por caso, Cristina Kirchner vomita hacia arriba, y en esa espesa y verde flema dialéctica deja atrapado a nuestro destino y torna más sombrío el horizonte de todos los argentinos.
Su petulancia tuvo como reacción un fallo judicial ejemplificador, que hizo mover no ya las estanterías del Modelo, sino sus propios cimientos. En pocas palabras, no fue muy condescendiente con el juez que debía decidir nuestro diferendo con los bonistas que no entraron al canje de deuda. Y dejó bien en claro que no negociaría con los fondos buitres.
Pero siguió. Habló de un "colonialismo judicial" no bien el Juez Griesa diera un plazo perentorio para nuestro pago. Para su suerte, aliada ésta de tantos años para el tándem K, la Corte de Estados Unidos suspendió el fallo del juez, dando una bienvenida bocanada de aire al gobierno argentino. Cristina, empero, cometerá nuevamente el ya imperdonable pecado de la lengua suelta, esa que cobra fuerza cuando su ánimo se hipertrofia, ésta vez a base de los anabólicos jurídicos que la Corte Norteamericana le dejara como inmerecida dádiva que llegara, vaya parajoja, de la mano de una medida cautelar.
Un bozal legal es impracticable en un Jefe de Estado. Menos aún uno de cuero, como de esos con los que se suele calzar en la cabeza de las bestias.
Ya no es el cómo, sino el cuándo. Cristina seguirá siendo -de cierto modo, claro-, dueña de cada pensamiento enhebrado, pero cada vez más rehén de su lengua bífida e inquieta. Muy peligroso ésto para quien siempre se siente perseguido, para quien cree sus recetas son la panacea de los males foráneos, que viajan con los briosos vientos de la globalización.
Pena que ningún lacayo cercano le advierta que su "contramodelo" de fronteras cerradas, de cepo cambiario, hiperproteccionismo y aislamiento, es ya insostenible.
Tanto como el mensaje que deja en cada una de sus densas homilías...

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