martes, 13 de mayo de 2014

Calle Melancolía s/n, Internet- Planeta Tierra

Te encontré otra vez, casualmente, por una tranquila calle del ciberespacio. 
Yo no buscaba una dirección precisa, tan sólo caminaba, sin rumbo, sin ideas, así como ando en la vida, pero retrocedí unos pasos con la gastada suela del mouse y allí te vi, con tu presencia generosa y reflexiva, con tu aporte antropológico, en un sitio que no parecía ser habitado desde poco tiempo.
Y fue casual, nomás, porque apenas me paré sobre tu nombre en un comentario que me hicieras de una triste poesía que escribí.
No quise pasar a tu casa virtual sin ser invitado; tampoco a hurtadillas, como ladrón en la noche, pues no me gustaría vestirme de voyeur a esta altura de mi existencia.
Vi una agradable interfaz, paredes color pastel, una fotografía con un rostro sereno y algunos apuntes y posteos en cuyas aguas preferí no abrevar.
No hizo falta que cerrara la puerta antes de irme pues apenas oteé desde afuera lo que se veía desde una ventana sin cortinas. Pero doblé rápidamente en la esquina, con grandes zancadas en un principio, luego más calmo, pero seguro de no retroceder para abrir un pórtico sin llaves.
Son los riesgos de los caminos del éter, cada vez están más interconectados; podemos hallarnos ante imágenes tan deseadas como inconvenientes, con rastros de amores perdidos y páginas del libro ya volteadas.
Está bien claro que la vida ha entrado en otro momento: ha llegado el de la resignación. Otrora me hubiese detenido por más tiempo en la rua das lembranças, tentando a la lágrima a salir de su improvisado y frágil escondrijo. Pero hoy día, cuando evalúo ir cerrando de a poco nuestras vías de contacto, no iba justamente a abrir una más.
Porque aún todo me conduce a vos.
Como el calzado no daba para mucho deambular tomé el autobús que me llevara directamente hacia mi blog, mi otra casa, tan modesta como la real, pues allí encuentro la misma protección que siento en la de calle Pedro Goyena. 
Como vos siempre solías decir, quien olvida las cosas padece de Alzheimer, el tema es convivir pacíficamente con los recuerdos. Yo no olvidaré jamás que mientras vagaba por cierta barriada etérea me encontraría con tus destellos, pero...cómo podré hacer para, por ejemplo, no imaginar que podría haberme quedado esperándote en tu morada para traerte con un click directamente hasta la mía? Cómo no recrear en mis adentros el hecho de dejarte un ramo de flores sobre la mesa o una esquelita bajo el imán de tu heladera?
Eso quiere decir que nunca pasarás inadvertida, que la huella que tengo de ti es profunda y aún fresca, y tu perfume persistente. Por eso mismo, como en mí te quedaste a pesar de haberte marchado para siempre, preferiría imaginar que, aún breve, alguna línea me habrás dedicado, algún beso con hipervínculo, alguna caricia con arroba.
Porque vos estás presente en mis dos casas, la de Castelar y la de calle Melancolía sin número, en tierra firme y en el aire, en el Google Chrome y en mi corazón...

Pablo, el druida



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