martes, 17 de junio de 2014

Café y desgano

Estoy en un bar de la calle Bogotá, del barrio de Floresta, esperando el tempranero desayuno que no tardará en reposar sobre mi mesa.
Hace frío y el sueño lo magnifica.
El mozo, a quien conozco desde hace años, me hace comentarios futbolísticos a los que asiento con una sonrisa de compromiso. Poca disposición tengo para hablar, por lo que continúo ensimismado en estas líneas.
Se ve que un tren ha llegado hace poco a la estación porque por la calle Bahía Blanca, hacia el norte, caravanas de trabajadores marchan hacia su destino.
No faltan tampoco alumnos yendo hacia el Colegio de La Candelaria, frente a la plaza, que luce tanto más cuidada que otrora. 
Los minutos van pasando con celeridad  y no tardarán en dar las ocho.
Miro nuevamente a través del ventanal y compruebo que ha amanecido completamente.
Entra una mujer coreana, entrada en años, vestida hasta las orejas. Se integra a una mesa femenina de connacionales. Hablan de viva voz, algo invasivamente y en su propia lengua. Parecen de buen humor, pero huelen a ajos y vaya a saber uno a qué menjunje de especias.
Como la última medialuna grasienta sin ganas, bebo el último sorbo de café con leche y descubro con fastidio que olvidé traer conmigo la medicación. Maldigo, es la primera vez que no tomo el comprimido mañanero en meses.
Acaba de llegar la nueva hora aunque mi rezagado reloj aún no lo acuse.
Temo encender el celular, pues además de ser frecuente emisario de malas noticias su maltrecha batería no me alcanzará siquiera hasta media tarde.
La enfática voz del cronista deportivo no logra hacerme olvidar de la preocupación extra que viniera como yapa en la víspera, pues por el tema "fondos buitres" duras noticias provenían para nuestro país desde la Corte Norteamericana.
Ahora bebo mi último sorbo de agua mientras pienso en el difícil día de ayer, en lo largo que será el de hoy y en la incertidumbre que me genera el de mañana.
Quién sabe qué habrá pasado durante este martes hasta el momento de pasar en limpio esta simple reseña.
Si llegare a volcarla en este blog será porque, finalmente, sobreviví a las inclemencias de la jornada.
Si quedase en el papel, en cambio, habrá sido porque el martes me dio una zancadilla...

Pablo, el druida



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