Hoy, como todo lunes, me agobia el inicio de la semana inclusive antes de empezarla empíricamente. Aún después de la ducha me siento como Atlas soportando el peso del mundo, a pesar de que en sus aguas terminaran ahogándose células muertas y restos de intrincados sueños.
Así me resultan ellos a pesar de saber que el viernes no será laborable, de que hoy no enfrentaré el vértigo de las calles, del rico y calentito mate que bebo sentado a mi mesa.
Por mi temperamento melancólico, la tarde del domingo me adoba y el nacimiento del lunes me mete dentro del horno.
Así pasan los minutos de esta previa al trabajo, conmigo luchando contra lo inexorable, con la radio amordazada, el blog abierto y los clásicos sonidos de la mañana dejándose oír desde afuera: la camioneta gasolera del techista calentando su motor, las cintas gastadas de los frenos del colectivo, el pregón de un vendedor de churros.
Otro lunes joven torciéndole la muñeca a mis viejas inseguridades.
Vienen a mi mente tantos otros, de similares tintes y sabores, y también la letra de una vieja canción de Sui Generis.
Me cuesta hasta untar con queso crema mis galletitas; qué decir, pues, de empezar a pensar en la ropa a ponerme...
Por fin un pájaro entona su canto, otro de diferente timbre lo imita; son las primeras y tímidas aves que hoy percibo recién pasadas las 8 y media.
Dos bocinazos en la calle, todo pareciera ir cobrando más vértigo menos yo, que sé que en él dejo mi vida a cada paso.
El mate se enfrió pero le daré aún algunos sorbos más mientras el sol sale en este momento de su escondite.
En momentos más diré mi oración y prepararé mi alma antes de sambullirme de lleno al día laboral.
Daría cualquier cosa por llegar a la oficina con serenidad, sin el rostro adusto, con el corto trayecto recorrido parsimoniosamente y tarareando una canción.
Pero mi nombre es Pablo y encima hoy es lunes. Lunes, otra vez...
Pablo, el druida

No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por tu comentario!