lunes, 16 de junio de 2014

Lunes, otra vez

Hoy, como todo lunes, me agobia el inicio de la semana inclusive antes de empezarla empíricamente. Aún después de la ducha me siento como Atlas soportando el peso del mundo, a pesar de que en sus aguas terminaran ahogándose células muertas y restos de intrincados sueños.
Así me resultan ellos a pesar de saber que el viernes no será laborable, de que hoy no enfrentaré el vértigo de las calles, del rico y calentito mate que bebo sentado a mi mesa.
Por mi temperamento melancólico, la tarde del domingo me adoba y el nacimiento del lunes me mete dentro del horno.
Así pasan los minutos de esta previa al trabajo, conmigo luchando contra lo inexorable, con la radio amordazada, el blog abierto y los clásicos sonidos de la mañana dejándose oír desde afuera: la camioneta gasolera del techista calentando su motor, las cintas gastadas de los frenos del colectivo, el pregón de un vendedor de churros.
Otro lunes joven torciéndole la muñeca a mis viejas inseguridades.
Vienen a mi mente tantos otros, de similares tintes y sabores, y también la letra de una vieja canción de Sui Generis.
Me cuesta hasta untar con queso crema mis galletitas; qué decir, pues, de empezar a pensar en la ropa a ponerme...
Por fin un pájaro entona su canto, otro de diferente timbre lo imita; son las primeras y tímidas aves que hoy percibo recién pasadas las 8 y media.
Dos bocinazos en la calle, todo pareciera ir cobrando más vértigo menos yo, que sé que en él dejo mi vida a cada paso.
El mate se enfrió pero le daré aún algunos sorbos más mientras el sol sale en este momento de su escondite.
En momentos más diré mi oración y prepararé mi alma antes de sambullirme de lleno al día laboral.
Daría cualquier cosa por llegar a la oficina con serenidad, sin el rostro adusto, con el corto trayecto recorrido parsimoniosamente y tarareando una canción.
Pero mi nombre es Pablo y encima hoy es lunes. Lunes, otra vez...

Pablo, el druida



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