Primero, me santiguo con respeto.
Luego, inmediatamente, un sorbo de la mejor de las infusiones.
Dios y Señor mío, la semana ha sido corta debido al feriado del día de hoy. No obstante, por lo movida que fue la anterior y por las inquietudes que esta me traía, la he vivido con una intensidad interna con pocos precedentes recientes, por lo que siento haber dejado un poco de mí.
La pregunta cae de madura: por qué dejo pasar el tiempo en solucionar potenciales problemas futuros?
La pregunta da espacio a una segunda: por qué llego a tomar ciertos acontecimientos como de vida o muerte? (Bebo otro mate)
Pienso entonces que en ese aspecto no he cambiado, que la paralización le ha ganado en mi vida generalmente a la resolución y a la expedición. Dejo para mañana algo que podría empezar a resolver hoy, y posteriormente, lo que aún no lo era se ha transformado en problema, que crece como un niño en tanto lo siga dilatando. Luego, necesito de ayuda por sentirme muy solo en mi gesta y miro al cielo pidiendo clemencia y misericordia.
El mate se va enfriando mientras la "conversación" gana temperatura. Entre ambos combato al frío del invierno adelantado.
Las inquietudes quedan retóricas, pero siempre aparece una idea común, un fantasma omnipresente a lo largo de mi ya considerable existencia: el temor.
Y por qué sobreviene el temor?. Bueno, creo que la falta de confianza en mí mismo y la fe precaria juegan su papel, por encima incluso de mi capacidad, que siempre estará aunque sistemáticamente me ocupe de menospreciarla.
Pero los fracasos golpean fuerte, soy muy pequeño ante ellos, y me genera miedo su sola mención porque vivo de tal modo hasta los pequeños tropiezos, por insignificantes que éstos fueren.
Aparecen más respuestas, y la sensibilidad no podía ausentarse. Soy extremadamente sensible, inclusive ante los fracasos. Eso es un síntoma de debilidad, y la debilidad nos hace perdedores.
Tomo el último mate pues el agua perdió del todo su calor y la yerba se terminó de lavar.
Pero miro hacia el exterior, desde mi ventana, por donde diviso un cielo pincelado de luz y color.
La mañana es bellísima y dan ganas de salir a caminar.
Padre, permitime ser fuerte aún en mi sensibilidad, sensato ante la duda y decidido ante el temor.
No me dejes permanecer inmóvil en la inminencia del riesgo.
Por favor no permitas que me encapsule cuando la incertidumbre toque dos veces a mi puerta, ni que pierda el sueño cuando todavía puedo hacer y mucho antes de que cualquier cosa se desmadre.
Y lo más importante, no me dejes caer en la autocompasión y en el conformismo, pues de ese modo tendré cada vez menos pista para despegar.
Gracias porque aún estoy vivo y peleo, y porque, aún tomándose un tiempo, las soluciones llegan.
Pablo

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