lunes, 20 de octubre de 2014

Ensayando un final para el blog

Es dificultoso intentar recordar un texto no salvado.
No ha sido un error de principiante, más bien se ha tratado una falencia técnica de la plataforma que no guardara automáticamente cuanto yo iba escribiendo.
Aún así me remitiré al contexto, a la impronta del posteo borrado.

A pocos días de que se cumplan dos años del nacimiento de este blog queda poco por decir sin caer en los pegajosos tentáculos de la reiteración. Empecé, pues, a pensar en una entrada postrera, en un momento en el que quede bien claro que es mejor el silencio, aún definitivo, cuando la esencia de un espacio como éste se ha ido desdibujando progresivamente. Un preludio de un posible desenlace, por más que finalmente éste no llegue -aunque, sabemos, todo llega-.
Pueden compartirse a veces algunas nimiedades, a modo de licencia, pero cuando éstas son demasiado corrientes quizás haya que revisar los objetivos primigenios al momento de escribir.
Debe existir una necesidad imperiosa, pero a su vez debe contarse con un dossier sólido y con una generosa fronda de recursos. 
Entonces dos años pueden ser más que suficientes como para ir ensayando un final, o de -al menos- elucubrar un cierre de persianas para un sitio en el que me he expresado entre el enfado y la melancolía, pero siempre en un sendero de llanura.
También son más que suficientes como para darnos cuenta de que escribir se trate para uno de algo demasiado pretencioso, muy audaz, casi un libertinaje al intentarse abrevar en aguas que no nos son propias.
Escribir y que se movilicen el interés, la curiosidad y la sensibilidad de los demás puede representar una utopía, aunque -como dice Galeano- "las utopías sirvan para caminar". No es para cualquiera.
Lejos estoy de querer pertenecer a ese ejército de osados que escriben sólo porque no les está vedado; más lejos aún de ser un presuntuoso que piensa ha sido bendecido por una pluma que en realidad no tiene.
Por cierto, es mejor el silencio, por prolongado y persistente éste fuere. Pues nos confiere humildad y nos instala en un espíritu de aprendiz. Nos impele a leer más, a nutrirnos de incontables fuentes y a reconocer la diferencia entre una vieja fantasía y una severa realidad.
Surgen así posibles títulos para un posteo concluyente, palabras simples para lo que sería una clausura, un colofón para un improcedente deseo. Posiblemente queden en el tintero, o acaso a la espera del instante oportuno al extenderse la inspiración en su insoportable letargo.
Cuando en esta vida las flores se ponen mustias, la carne se pudre y el sol declina, no está mal permitirse imaginar un epílogo para un blog.
Menos aún después de habernos permitido la insolencia de escribir...

Pablo, el druida



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