Busco la complicidad del reloj.
Antes de salir le pido las migajas de unos minutos como para acomodarme lentamente al miércoles.
El mate y las tortas fritas merecerían un sábado o un domingo, pero igualmente los degusto con fruición, por su grata liturgia estarán en el debe cuando el día se muera.
Por la tarde habrá Eucaristía y es una noticia alentadora, ya respiro la presencia del Padre a pesar de cierta endeblez en mi fe.
Aunque lleguen noticias desafortunadas -por cierto llegarán, como de costumbre- sé que Él no permitirá que me derrumbe.
Qué sería de mí sin la conciencia de lo Divino y lo trascendente?
Difícil de imaginar, me turba sobremanera el sólo pensar en un supuesto desamparo. Pues desamparado me sentiría desconociendo la fuerza de lo sagrado.
Por suerte mi alma maltrecha no está a la intemperie, sólo se moja por el aguacero, pero nunca se anegará.
Entonces digo -pienso, musito, escribo- "¡gracias!"
Mirando hacia lo alto y sintiendo gratitud profunda.
Porque encuentro el sostén cuando parece que ya nada me contiene.
El día será largo y difícil, tendrá sus picos de inquietud, también mesetas de alguna calma en cuyas aguas abrevaré. Pero aún en el vértigo y el fragor de mis pulsaciones me sabré protegido y amado.
Como en este preciso instante, en el que intento estirar el tiempo y de un salto llegar a la mansedumbre de la noche sin pasar por las inclemencias del día.
No quiero salir, aquí necesitaría permanecer, sentado a mi mesa desordenada hilvanando ideas y escapándome del mundo. Viviría escapando! Aún en la modestia franciscana de mi texto huiría sin pausa de las presiones terrenas.
Pero sé que no estoy solo, hay Alguien que sigue mis movimientos con paternal misericordia...
Pablo, el druida
Como en este preciso instante, en el que intento estirar el tiempo y de un salto llegar a la mansedumbre de la noche sin pasar por las inclemencias del día.
No quiero salir, aquí necesitaría permanecer, sentado a mi mesa desordenada hilvanando ideas y escapándome del mundo. Viviría escapando! Aún en la modestia franciscana de mi texto huiría sin pausa de las presiones terrenas.
Pero sé que no estoy solo, hay Alguien que sigue mis movimientos con paternal misericordia...
Pablo, el druida

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