sábado, 11 de junio de 2016

La última cena

Podría haber sido amena y sosegada la cena de anoche.
De chocar de copas y miradas cómplices.
De disfrute compartido y esperado.
Fue triste sin embargo.
Y corolario de una jornada que terminó siendo un resumen de nuestra accidentado camino.
Allí se selló, en esa noche pilarense de gélido viernes e invierno prematuro, la suerte de nuestro destino juntos.
No te culpo.
No me culpo.
Lo nuestro nació para morir.
Como todo en esta vida a fin de cuentas.
El acta de defunción estaba ya redactada en el mismo instante de nuestro casual encuentro.
Siguió con el primer beso.
Y terminó siendo firmada por la realidad, la que dice que nada nos une, salvo el cariño, aunque por sí solo éste no alcanza.
Podría ya decir que te extraño y, en buena parte, es eso verdad.
Pero extraño fundamentalmente a esa persona que creí que eras.
Extraño esos "retuits" y esos "likes"primigenios.
Extraño esas largas charlas por teléfono sin siquiera habernos tocado la piel.
Extraño esos planes tempraneros de bitácoras de a dos y amaneceres ribereños.
El amor, se sabe, es un milagro.
Debe ser alimentado artesanalmente, día a día.
Necesita ser regado como una flor y cuidado consuetudinariamente como un jardín.
Acaso sea sencillo amarse cuando el alma gemela golpea la puerta. Qué duda cabe?
El desafío mayor, no obstante, es amarse en la diversidad.
Pero qué hacer si vos sos el ímpetu y yo la moderación?
Si vos esperás el verano cuando yo soy un hombre que se encuentra en los cristales del hielo?
Si vos elegís la sociabilidad cuando yo me refugio en mi pequeño rincón del mundo?
Si vos te llevás bien con el ruido y yo con la quietud?
Si vos preferís los cambios cuando a mí me tranquiliza la seguridad de lo conocido?
Es una pena, claro que lo es!
Porque sos dulce como el almíbar y buena como el pan caliente recién horneado.
Por eso echaré de menos esos kilómetros devorados por autopistas, bajo la negrura del cielo hasta llegar hasta tu recodo pueblerino.
Por obligaciones laborales merodearé por allí aunque, claro está, seguiré de largo al observar el cartel de la bajada de Garín, ya no habrá motivo para adentrarme en sus callejas polvorientas.
Apostamos fuerte, mi querida, lo hicimos a pesar de contar con las fichas equivocadas.
Sabíamos en nuestro interior cuán difícil habría de resultar.
Y perdimos, como era de esperarse.
Pero perdimos mucho antes, en el inicio mismo, en el amanecer de nuestra breve historia.
Aunque el final se decretara en una cena, "la última cena", sin ninguno que traicionara al otro a lo Judas, pero con pan artesanal, vino exquisito, sabrosísimos platos y una magia que terminó de estallar...

Pablo, el druida
    11/06/2016

P.D.  Gracias por todo, SDC





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