Tuviste que decírmelo en un sueño.
Un sueño fugaz, brevísimo suspiro de apenas segundos.
Tanto tiempo que no te soñaba y vengo a hacerlo en una noche larga, como cada noche mía de desvelos extensos como mares.
Me miraste a los ojos, me dijiste "te amo" y el sueño se apagó, así como una brisa apaga a una llama mortecina.
No pude responderte dormido pues fue como si vos misma me abrieses la ventana.
Se coló la luz de golpe por sus hendijas y ya duró por todo el día.
Pero te respondí despierto tan pronto como pude, subyugado por esa dulce confesión. Apenas salí de la sorpresa.
Te dije "yo también te amo".
Y tu nombre, que selló la frase, fluyó como acaso nunca, con la claridad de un domingo diáfano de Adviento, musicalmente.
Quise aferrarme a tu nube pero en ella te alejabas. Como te alejás siempre.
Los sueños pasan de largo.
Son trenes que no pueden ser alcanzados una vez que arrancan para perderse en la lejanía.
Pasan y ya.
Pero ambos usamos el mismo verbo en tiempo presente.
Vos en mi onirismo, casi como un hechizo mágico.
Yo ya librado de las ligas de Morfeo.
Pero en oposición a las caricias del día, por tu actitud de hoy, tan sombría, estoy seguro de que no me has escuchado.
Y está muy claro.
Pues si en la bruma de un sueño decir que me amas sabe a hechizo, que me lo digas en serio sería poco menos que un milagro...
Pablo
@Druidblogger

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