El domingo, en su madrugada, me abrazó con tu recuerdo.
Fue en un sueño difuso y fugaz, quién sabe a qué hora, cuando todo era silencio.
Allí estabas, con tu gracia y tu desparpajo, con tu belleza inmarcesible y con cierto vértigo que no sé si te permitió apreciarme.
Algo decías al pasar, no sé si a mí o a quien te acompañaba.
Y yo te miraba, en un pasillo interior, que en un suspiro y por la magia onírica se transformó en un enorme espacio abierto, en medio de un campo y bajo un cielo estrellado.
Así como llegaste, te fuiste.
Sin mucha explicación, sin gran preámbulo, como en la vida real siempre sucediera.
Incluso con mirada grave que en este caso ni me buscaba.
Te mimetizaste con la noche y sus joyas titilantes cuando el viento ganaba en iracundia.
Sólo así querría volver a verte si es que de algún modo debiera hacerlo.
En corta irrealidad, en ocasional pensamiento, movilizado por cierta canción o en el breve cuento de un sueño nocturno...
Pablo / @Druidblogger

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