domingo, 22 de septiembre de 2019

DÍAS PARA VERTE

El jueves era un día para verte.
Debía pasar forzosamente por tu barrio y así lo hice, en medio de bocinazos y rumores.
Al circular por el frente de tu local recordé su adyacencia de callejuelas escondidas al despedirse el sol.
Entonces el tiempo inició un camino retrospectivo y en mi paso de ida y de retorno me dejó su legado agridulce.
Ante mí se cruzaron muchas mañanas, tan luminosas como esa, muchas puestas de sol, muchas lunas engalanadas de estrellas.
En cada bocacalle sentí tu música y en cada semáforo te robé viejos besos.
Pensé también en donde estarías por la tardecita si es que tu rutina no cambió; y por poco no voy a esperarte, casi de incógnito, apenas para verte pasar y no para buscarte y dar una vuelta, cenar en el lugar más lindo, o estar juntos en casa, hasta horas más altas y descorchar algo rico.
Ni para que dejes tu marca en mi desordenada geografía hogareña, más allá de que las fotos aún permanezcan inmarcesibles dentro de sus portarretratos, y de que tu cepillo de dientes aún esté esperando que nunca más vuelvas.
Era sólo verte, contemplar esos pasos cortos y acelerados rumbo a la parada del colectivo mientras tu imagen se fuera perdiendo de a poco.
Pero no, preferí finalmente asesinar el impulso y ocupar mi mente en ideas más realizables, más rutinarias, más lógicas, más previsibles...menos alocadas.
Acaso la inminente primavera haya contribuido con sus colores y fragancias, y me invitó a divagar, a emprender paseos ya hechos, a beber vinos ya bebidos y a tener risas ya reídas. 
Es posible así haya ocurrido, ella siempre nos ha sido una estación generosa.
Mientras, el espejo de mi cuarto se encuentra limpio.
Aunque cada tanto sea cubierto por una fina capa de polvo y te imagine escribiendo en él mensajes tiernos.
Como que me querés, por ejemplo...💗


Pablo / @Druidblogger

#limpiameigualtequiero

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