lunes, 25 de mayo de 2020

LOS ERRORES DE UN GOBIERNO SUICIDA

El fantasma de una cuarentena eterna ya deja verse mientras las sombras de la economía evidencian el brusco ocaso de un Gobierno obstinado e ineficaz.
Era insostenible ya un Estado que contaba con entre ocho y nueve millones de contribuyentes en relación a la cantidad de sueldos estatales, jubilaciones, pensiones, contribuciones, becas, planes y subsidios para más de veinte millones de personas.
Cómo pensarán Alberto Fernández y su equipo enfrentar una pandemia si como mínimo terminarán haciendo trizas a un tercio de la actividad productiva? 
Nadie lo sabe con certeza, incluyéndolos a ellos mismos.
Aquellos que a cambio de su promesa de heladeras llenas le dieron su voto sentirán el creciente reclamo de sus estómagos. 
Se trata del sector más popular, el más pobre y el menos ideologizado de todos.
Una bomba social a punto de estallar y de disparar sus esquirlas en todas las direcciones.
Torpemente se generó desde el oficialismo un proceso de estigmatización respecto de quienes viven en barrios populares, que tendrá por lógica consecuencia que por mucho tiempo nadie más los contrate, requiera de sus servicios o compre sus productos.
Fue un abordaje poco inteligente desde lo cultural el de la problemática de quienes viven en pequeñas superficies. No les sirvió el fresco ejemplo neoyorquino, ámbito en donde muriera un alto porcentaje de afroamericanos e hispanos que vivían en monoblocks pequeños y condominios de numerosas unidades funcionales. 
Qué familia pudiente, incluyendo o no un integrante de riesgo, recurrirá a una doméstica que habite en un barrio de emergencia? 
Quién dejará el cuidado de un bebé en manos de una niñera que vive expuesta al virus?
Quién volverá a comprar una bebida fría, un café de termo o un paquete de pochoclo, chipá o garrapiñadas a un vendedor ambulante? 
Serán mirados con idea, de reojo. A lo sumo se les dará un billete como magra contribución, y al cabo de muy poco pasarán de vendedores a mendigos.
Instalaron en el inconsciente colectivo que aquel proveedor o trabajador que habite en barriadas y asentamientos es sospechoso, es pasible del contagio.
Trataron de ubicarse en las antípodas de un Bolsonaro confiado y arrogante sobreactuando preocupación y llegando a comparar nuestro número de muertos y contagios con los de Italia y España.
No procedió del mismo modo la administración de Rodríguez Larreta, que fue a buscar el virus sin espectaculares cordones policiales como ayer y hoy la provincia montara en la Villa Azul del Acceso Sudeste.
En nuestras retinas quedará un barrio de emergencia paupérrimo sitiado como un leprosario: los condenaron a la discriminación los mismos que aseguran defenderlos.
Mientras tanto, muchos de los comercios que han cerrado nunca más volverán abrir. 
Hablando sólo de los pequeños y medianos, que emplean a tres, cuatro, diez, veinte empleados, han cerrado sus cortinas para siempre. 
La caída del empleo, por tanto, será fenomenal.
Y de aquellos negocios que aún quedan en pie y haciendo equilibrio, en gran número dejarán de pagar impuesto a las ganancias, más allá del diferimiento que el Estado les otorgara.
Ya está sucediendo, tanto en personas jurídicas como en aquellas personas físicas que no tributarán el impuesto a los bienes personales, quedando sin cancelación los veps que sus contadores les generen a través de la página de la AFIP.
Ese cuadro se completará con la retracción económica de aquellos que luego de esta debacle se terminarán reinventado, pero en el mejor de los casos bajo un emprendimiento individual, ya no serán más dadores de empleo.
Si el que todavía tiene un resto llegara a retraerse, si quien tercerizaba servicios deja de hacerlo y empieza a cortar su propio césped, a lavar su propio auto o a aventurarse a reparar sus desperfectos hogareños, habrá muchos cuentrapropistas con limitado acceso a la changa, esa pobre gente que vive "de la diaria" y en la informalidad absoluta.
Cada día de cuarentena extra representa meses de recuperación para una pobre economía como la nuestra. El economista Roberto Cachanosky mensura en unos U$S 700.- millones lo que se perdió entre ayer y hoy y lo que se perderá entre hoy y mañana en una economía alicaída como la nuestra.
No es la misma realidad que la de los EE.UU, en donde así como fácilmente se despiden millones de empleados también pueden generarse millones de empleos con la misma rapidez.
Nosotros no estamos en condiciones de encerrar a la gente por más tiempo sin provocar una hecatombe económica y social: los análisis de los números ya hablan de una caída mayor a la del 2001.
El kirchnerismo, no obstante, parte de la base errónea de que tienen contenidos a todos los sectores populares y que llegan a ellos para cubrir todas sus necesidades. En muchos casos esa ayuda representa apenas un plato de comida.
Ya no habrá recursos para asistir a todos. 
La comida comenzará a escasear, los montos de las asignaciones no alcanzará y los servicios de esa gente, inevitablemente, serán cortados.
Otro aspecto y del que nadie habla es que el plan de vacunación para niños menores de los sectores informales no ha aplicado siquiera el 20% de las vacunas disponibles; la gente tiene dificultades para movilizarse o directamente no concurre por ignorancia o por miedo al contagio del Covid-19. 
Pensará el Gobierno en lo que puede representar el brote inesperado de otros virus como sucediera en décadas pasadas?
Mientras diplomáticos y epidemiólogos extranjeros lo desmienten y las preguntas del periodismo lo sacan de eje, Alberto Fernández se viste de psicólogo y se arroga el derecho de decirnos de qué cosas debemos o no angustiarnos.
Como si cada uno de nosotros sintiese lo que que quisiera y no lo que pudiera.
Se percibe a un presidente nervioso y desorientado, que además no pierde ocasión -como unos cuantos de sus funcionarios- de atacar ampulosamente a gestiones anteriores con la falacia de oscuros datos.
Son muchos los errores, demasiados para un Gobierno que pretende manejar el embate y los efectos de una pandemia.
No cuenta con un plan maestro para llevar a cabo transformaciones virtuosas, está agarrado a una cuarentena eterna mientras algunos de sus alfiles, lejos de ayudarlo, promueven reformas agrarias, estatización de empresas asistidas y nacionalización de servicios públicos. 
Es un enigma en qué momento saltará la chispa que haga detonar la bomba, lo cierto es que falta cada vez menos mientras se arma un escenario de "tormenta perfecta".
Un tema de "tempística". 
De ésto el oficialismo no vuelve, ha cavado su propia fosa empecinado en recetas dictadas por aprendices de brujos y no por asesores competentes. 
Viene siendo criticado severamente hasta por soldados de la tropa propia, como el exmontonero Mario Firmenich, que alerta sobre un estallido social, o como el periodista afín Roberto Navarro, que sostiene además que la situación será capitalizada por un silente Mauricio Macri, que espera tranquilo y frotándose las manos en su base de operaciones.
Este último debe seguir en silencio, como por un momento hiciera Cristina, obligada luego a salir a la cancha aún para perder, como le sucediera en manos de un desconocido Esteban Bullrich en las elecciones de medio término pasadas.
Macri, afortunado en perder por poco y no tener que administrar el país bajo una pandemia, puede capitalizar en su favor todos estos errores groseros de la todavía reciente gestión de los Fernández.
Y si sale -estoy seguro-, saldrá para ganar, no para no perder.
Quién sabe, acaso como candidato a primer diputado por la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Pero poco más de un año es una eternidad para la Argentina, país en el que aún se desconoce cómo hará el oficialismo para llegar a fin de año.
Cuando al cabo de pocos meses las clases populares, ya sin paciencia, vean que los efectos de la pandemia y la mala gestión hayan empeorado su situación, tendrán una reacción de magnitud imprevisible.
Se podría haber tomado una actitud intermedia, haberse llevado a cabo una administración equilibrada de la cuarentena sin dejar ningún flanco desguarnecido.
Ahora ya es tarde para el Gobierno de Alberto.
Un Gobierno que, como el Dr. Malcolm Crowe en "Sexto Sentido", aún no se ha percatado de su propia muerte.

Pablo  / @DruidbloggerOK






3 comentarios:

  1. Muy bueno Pablo, clarito. No saben dónde están parados.

    ResponderEliminar
  2. Muy buen informe de la realidad Pablo; y como tal, muy angustiante. Nos esperan día muy negros.Dios nos ayude!!

    ResponderEliminar

Gracias por tu comentario!