domingo, 14 de junio de 2020

VICENTIN, BOTÍN DE UN GOBIERNO DE LADRONES

Origen. Inmigración. Cooperativismo.

Avellaneda es una ciudad del norte santafecino, una colonia de friulanos a los que el general Obligado había desplazado de la vecina Reconquista hacia el otro lado del Arroyo del Rey -afluente del Río San Jerónimo- territorio dominado entonces por indios mocovíes, tobas, matacos y abipones. 
Luchar contra la adversidad robusteció el espíritu de esa gente que ya por por raigambre venía marcada en su cultura del esfuerzo y el trabajo mancomunado.
Eran muy católicos, de personalidad fuerte y cerrados como su idioma, el furlan, de marcadas reminiscencias eslovenas.
Jamás le hables a un udinese o a un triestino sobre su "dialecto", pues te comerán el hígado.
Hacia 1879, el presidente Nicolás Avellaneda les suministró asistencia alimentaria para todo un año. En homenaje a tal gesto la población bautizó con su nombre a la ciudad en ciernes.
En 1920 se constituye la Unión Agrícola de Avellaneda, una de las dos cooperativas más grandes del país; poco después la Cooperativa de Servicios Públicos y diez años más tarde surge Vicentin, que también junto a la Municipalidad y a la Iglesia se convierten conjuntamente en pilares indisolubles de la ciudad, fecundo polo de expansión agroindustrial
Vicentín nació como emprendimiento familiar y por varias generaciones ha dado trabajo directa e indirectamente a cientos de familias de la región, hasta transformarse en una de las empresas más importantes del potente complejo agroexportador de la Argentina.
El vínculo con la sociedad de Avellaneda y sus adyacencias es muy fuerte y desde un inicio ha posibilitado que los hijos de los dueños y los de sus empleados hayan ido compartiendo las mismas aulas de sus escuelas, los mismos clubes de barrio, las mismas encuentros de mate y juegos de cartas, los mismos bailes. Fenómeno muy común en la sociedad del interior de nuestro país.
Que la ciudad, en muchedumbre, haya salido en defensa de Vicentin tan vehementemente, prueba esa añeja y estrecha relación entre un pueblo trabajador y la empresa que durante casi un siglo le ha dado vida, sustento, empuje y esperanza de crecimiento.


Sequía. Elecciones Primarias. Convocatoria de Acreedores. 

El período comprendido entre octubre de 2017 y marzo de 2018 marcó la suerte de un Gobierno, el de Mauricio Macri.
Y el de una empresa -de muchas en realidad, pero ahora nos ocupa ésta-.
Fue el más seco desde que el Servicio Meteorológico Nacional mide el nivel de precipitaciones.
Siendo el campo el principal generador de divisas, puede señalarse ese momento como determinante para la economía del país. El oficialismo ganaba las elecciones de medio término pero sin el correlato económico por los magros rindes del campo. Tal victoria quedó por ello como un hecho anecdótico que no pudo ser capitalizado por el Gobierno del presidente Macri.
El campo necesitó de créditos, sobre todo sus empresas exportadoras. Entre ellas Vicentin, que debió endeudarse para seguir funcionando y a su vez ampliando su capacidad operativa. Su deuda creció un 36% bajo el Gobierno de Cambiemos y el Banco Nación pasó a ser un principal acreedor.
Pero el episodio que la complicó más, indudablemente, fue el resultado de las PASO.
Recordemos que el viernes previo a las elecciones primarias el dólar oficial rondaba los $ 46.-, el Riesgo País orillaba los 850 puntos básicos y los títulos de deuda argentinos despegaban en Wall Street cerca de un 10%. 
Los mercados apostaron por Mauricio Macri, esperaban una victoria reñida o una derrota por margen escaso. No obstante, los 16 puntos de ventaja que sacó en agosto la fórmula de los Fernández provocó su espanto. 
Conocida por todos ha sido su directa repercusión en materia económica para el universo empresarial, tanto como en lo aspiracional lo fuera para un Gobierno que buscaba su reelección. 
Las empresas del sector, ante un escenario de virtual cambio de administración, ya sospechaban que tarde o temprano volverían a sufrir un embate, tal como sucediera en 2008 con la controvertida Resolución 125. 
El productor, hombre inteligente y sobreviviente de mil batallas al cuidado de su patrimonio, empezó como nunca en la historia a rendir la totalidad de sus granos. Antes de que Alberto Fernández asumiera el poder. Y luego a "pararse" sobre sus cosechas, con un nivel de retenciones más altos y casi confiscatorios.
El crédito del Banco Nación era grande y cuando Vicentin solicitó elevarlo para prefinanciar sus exportaciones no recibió un peso más. Con el crédito internacional cortado para el país, con Vicentín calzada hacia la exportación de aceite y con tres largos meses para el recupero, la empresa sufrió lo que en economía se conoce como un "stress financiero". Debió entonces demorar sus pagos.
Para Vicentin no contar con más crédito fue demoledor, y decidió consecuentemente judicializar su situación solicitando su convocatoria preventiva y acordar con sus acreedores un camino consensuado para cumplir con sus obligaciones. 

Vicentin, el botín

No tardó Vicentin en ser elegida como una joya "recuperada para el pueblo", eslogan de indisimulable concepción montoneril tan en boga durante los años setenta.
El presidente, que previamente y con sobreactuado estupor se sorprendía por no saber "de dónde venían esas ideas locas de tomar empresas", justificaba que con la medida adoptada se buscaba garantizar la soberanía alimentaria. 
Más allá de su desconocimiento y de ser siempre mal asesorado por su equipo de científicos, dado que Vicentin produce mayormente biodiesel, aceite de soja y alimento para los cerdos de China.
No pude soslayar, por tanto, los miles de millones de dólares que en los Gobiernos de Cristina erogaba la Argentina para importar gas, transportado en barco desde Oriente Medio. El apotegma enarbolado por la dirigencia para sus idiotas útiles era el de la soberanía energética.
Tampoco pude olvidar lo que tales gestiones dejaron de Aerolíneas Argentinas, la "estratégica Línea de Bandera" que perdió desde entonces y hasta el presente un promedio de dos millones de dólares diarios.
Ni los fondos privados de pensión que se apoderaron de las AFJP.
Ni lo que hicieron con los astilleros Tandanor, que no construyeron ningún barco, ni con la fábrica de aviones Fadea, en la provincia de Córdoba, que no produjo ningún avión bajo administración kirchnerista.
Cualquier excusa encontrará un Gobierno de ideología estatista para hacerse de empresas en problemas financieros. 
Seguro no será la única.
Empezaron la advertencia algunas voces aliadas, como las de Mempo Giardinelli, Luis D'Elia y Juan Grabois.
El proyecto de ley de la legisladora Fernanda Vallejos le dio mayor entidad.
Finalmente la captura de Vicentin, acaso la empresa agroexportadora más importante de Santa Fe, corporiza los avisos previos que no se quedaron en simples amenazas.
Un Gobierno en convocatoria de acreedores se apodera de una empresa en su misma situación. En flagrante violación de la Constitución Nacional y de la Independencia de Poderes, pues ya existía la actuación de un juez.
¿Cómo puede expropiarse una firma privada que debe U$S 1.300.000.000.- pero que exporta por una cifra cinco veces mayor, paga los sueldos con puntualidad y motoriza la actividad regional?
Los Colegios de Abogados de la Nación pusieron el grito en el cielo ante tamaño atropello.
Pues se configuró un delito, un robo de magnitud llevado a cabo sin miramientos por un Gobierno de Ladrones, cultor del chavismo y obsesionado por el poder.

Pablo /  @DruidbloggerOK













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