miércoles, 4 de septiembre de 2024

MELANCOLÍA EMPIEZA CON "M"

Cada vez se ve más claro.
Algunos hemos sido llamados a caminar en soledad.
Y si ese argumento atentase contra el libre albedrío, pues bien, no todos estamos en condiciones de permanecer con alguien, al menos por mucho tiempo.
Simplemente no encajamos, no acompañamos del modo más apropiado, no llegamos al corazón del otro con los gestos que más esperan de nosotros, o las palabras más certeras.
No calificamos para responder a todas las necesidades.
Tampoco asumimos, llegado el caso, responsabilidades mayores, compromisos más empíricos. Ni nos arrodillamos con un anillo en la mano como se nos induce desde las redes, desde la televisión, desde la ridícula posmodernidad. Porque ya hemos sufrido bastante.
Cada persona que se va de mi vida me lo trae a la mente: soy un forastero que llega a un pueblo con sus escasos petates. Hacemos terruño, nos aquerenciamos, pero tarde o temprano empiezan las dificultades y resuenan de fondo viejas canciones que preanuncian el desenlace. 
Un nuevo amor es un ciclo. Y todo ciclo tiene un principio y un final.
Simplemente llegan a nosotros.
Luego nos recuerdan de qué se trata todo, nos aman, permiten que los amemos, cada uno a su modo; dejan su contribución álmica, determinan con su cuota parte el resultado de aquello que somos.
Y luego parten.
Como parten las aves migratorias, o como parte un tren hacia su próxima estación a la hora prevista.
También nosotros hemos sido una estación para alguien.
Llegamos en un momento justo, dimos apoyo, sostuvimos, tomamos su mano.
Fuimos un pequeño cántaro cuando el otro tenía sed, un pecho para su llanto; o lo cubrimos con una manta cuando tuvo frío.
Damos y recibimos, compartimos la dicha, nos abrazamos en la amargura, sembramos en el mismo campo las mismas semillas.
Pero con cada fin de ciclo yo experimento, como ahora, el dolor de lo que hasta hace poco era y ya no es, ni volverá a ser.
Esa idea del "nunca más" tiene al principio un cariz de tormento, de estremecimiento.
Es un vino agrio.
La melancolía se instalará, entrará a casa sin golpear la puerta y permanecerá como fiel compañera. Con la melancolía nos conocemos muy bien. 
En la pulseada siempre me gana y tumba mi brazo.
Pero como sucede con las personas, ella también -aunque no del todo- terminará yéndose.
Yo me protegeré como pueda.
Me evadiré, en la corriente me aferraré al tronco que me distraiga, me cobijaré bajo los techos más cercanos, oraré y trataré de curar de las heridas a mi pequeño mundo en colisión.


Pablo , @DruidbloggerOK

..."Cada partida es una clase de muerte, del mismo modo que cada reunión es un tipo de cielo"...

Tyron Edwards

Publicada el 1/4/2024, posteada el 4/9/2024








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