La noche me habla.
Susurra en mis oídos sus secretos, sirviéndose de la brisa y sus misterios.
Aún es joven, mucho más que yo, quien el camino de regreso he emprendido hace ya tiempo.
Me invita a bailar, y yo desisto.
Me propone volar, y ni alas tengo.
Quiere llevarme al lecho, y mal amante soy para sus exacerbados instintos.
Con rimas y sinestesias, apenas, le dedico unos versos.
Sólo para reconfortarla, y darle al menos una tibia muestra de agradecimiento.
No puedo satisfacer a la noche.
Aunque sólo ella sea por estos días quien me visite y vigile mi sueño.
Y la única que se acerque para acariciar mi piel, y contemplar mi tendido cuerpo.
En estas horas, cuando acaso ya duermas, te dejo todos mis besos.
Los mismos que no le di a la noche.
Y los que a nadie daré en la fría y oscura soledad de mi aposento...
Que descanses
Pablo, el druida

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