A tan sólo 45 minutos de casa, un enclave pueblerino y apacible, donde las horas son siempre mansas, la gente es más afable y hasta los pájaros cantan sus dulces acordes sin el menor atisbo de melancolía.El sábado estuve en Manzanares y me sentí muy bien; el mate sabía rico y los bizcochos, directamente, magnos.
Imposible no pensarte en parajes que tanto invitan a la reflexión. Bajo un amigable sol soñé despierto que caminaba de tu mano por esas callecitas silenciosas. Y cuando reparé en que mi mano estaba desnuda, desperté...

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