El domingo se presenta sereno y luminoso, aunque deja sentir los primeros rigores del invierno.
La robe de chaimbre, el mate, Gal Costa y mis recuerdos me hacen prescindir de la estufa, sin soslayar que el frío tiene que ser mayúsculo como para llegar a incomodarme.
Por las rendijas de la mañana entran la noche y sus vestigios, mezcla de sueños y reflexiones que me arroparan hasta pasado el amanecer.
Anduve en andas de mi imaginación por senderos brumosos, sin dominio de mí, como cada vez que cierro los ojos. De la noche pasaba al día, de protagonista pasaba a ser testigo, de la preocupación a la risa. Así fue que la aurora me trajo a la realidad, primero; inmediatamente después a una película que había quedado por la mitad antes de que Morfeo me invitara a seguirlo. Fue como un sandwich pequeño de veracidad entre la ficción onírica y la hollywoodiana, y del espacio de un largo bostezo.
Terminado el film y luego de decir "te extraño" -como cada día-, di casi un salto de la cama como para que sea más efectivo el inicio de la jornada. Me conozco, hacer un poco de fiaca eternizaría mi modorra y me habría llevado a hacer un viaje hasta el mediodía sin escalas cobijado entre las frazadas.
El sueño -como se suele decir- "ya fue". Lo mismo que la intrascendente película que me recomendara mi
hermano querido, presentada poco menos que como una megaproducción de suspenso.
Entretanto, Gal sigue endulzando el momento y, como muy rara vez yo haga, empiezo una nueva cebada de mate pues la anterior habría sido la vergüenza de mi ancestralidad criolla.
Un beso, dos, tantos le doy a la generosa infusión como los que solía dar a quien hoy ya no está.
Salió mejor esta ronda de amargos, decididamente, acaso porque dejara calentar menos la pava y no eché en la yerba virgen ningún chorro de agua fría.
Me prometo no hacer nada no placentero hasta el momento de salir. Ello incluye el ritual del planchado, cumplido ayer en parte para poder extender indefinidamente hoy el del mate, mucho más edificante.
No leo aún los diarios pues hallaré en ellos mucho de lo inexorable del lunes, y aún le quedan muchas horas al domingo.
Digo "te extraño" una vez más, y no será la última.
Los ritmos de samba y bossa nova me embriagan como ella me embriagara.
Hoy habría tostadas de pan de salvado con jamón, queso, tomate y huevos poché, que con tanto esmero me preparaba. Hoy hay, en cambio, galletas de avena.
Hoy también habría cantos en vivo y en directo y sobremesa de desayuno. Pero en su lugar tengo a Gal, que me consuela con esmero, y esta nueva entrada del blog que acaso lea alguien por obra del destino.
Quizás hasta vos misma...
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| Sueños, tostadas, bossa nova... |

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