Afuera llueve.
Con intermitencias, pero llueve.
Adentro la geografía es caótica, aunque con el mate calentito que equilibra un poco las cosas.
En cada sorbo miro en mi derredor y prefiero volver al teclado, pues no sabría por dónde empezar.
Apago la radio pues sólo emergen noticias desalentadoras.
Por la misma causa cierro la versión digital de los diarios abiertos en la computadora.
Ahora suena Djavan y se torna todo más agradable.
Pero nada fluye de mi mente, nada concreto, nada clarificador, sólo aparecen imágenes espasmódicas y tan desordenadas como se presenta la casa.
De nuevo miro en mi derredor y pienso en cómo podría seguir escribiendo vaguedades mientras hay ropa, papeles y adminículos varios por todas partes.
Pero ya decidí que en algún momento haré algo sin que el reloj me condicione.
De nuevo un sorbo, otro tema -Meu bem querer- asoma por los parlantes, otra galletita de Frutigrán de salvado.
La mañana, que empezara tardíamente a desvestir, ya está desnuda y me pide un amargo.
Yo accedo y le cebo uno lo más decentemente que puedo. La complazco; un poco porque se conforma con lo que le dé, otro poco por la calidad de la yerba. Yerba hay...
Yo prosigo erráticamente con este derrotero digital. Aunque por poco tiempo, claro; en parte para no cansar al ocasional y desprevenido lector que pase por mi puerta, pero parte del desorden de la mesa lo constituyen boletas que deben ser pagadas esta misma mañana.
No sé que voy a comer. Sí sé, empero, que otros cocinarán por mí.
Una última galletita, un último sorbo de mate -la mañana se rehusó a tomar otro-, aunque Djavan seguirá regalándome su generoso repertorio por un tiempo antes de que yo salga a la intemperie y de que el día se haya partido al medio...
Pablo, el druida

No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por tu comentario!