Tan penoso como cierto.
Una noticia excelente en la Argentina es, como siempre, cuestionada, refutada y criticada arteramente por la mitad de la población.
Un año y un día después de haber desaparecido y perdido contacto con tierra firme, la empresa Ocean Infinity, contratada ad hoc por el Gobierno de la Nación, daba finalmente con los restos del submarino ARA San Juan, a 500 kilómetros al SE de Comodoro Rivadavia y a más de 900 metros de profundidad, bordeando el talud continental.
Una nave que en 2011 recibiera por parte de la gestión precedente una reparación de "media vida", unos 30 años de existencia presuntamente útil, bajo cuyo Gobierno se incendiara el Rompehielos Almirante Irízar, se hundieran barcos de la Armada atracados en costas patagónicas en estado de abandono y casi se perdiera mediante embargo la Fragata Libertad por el default no levantado con organismos multinacionales de crédito.
Por tanto, una embarcación que empezara a colapsar mucho antes de ese "evento anómalo, singular, corto, violento y no nuclear" acaecido a las 10:51 a.m. del 15 de noviembre del año último.
Bendito país el nuestro, en el que cualquier circunstancia luctuosa será aprovechada por muchos para vivir de la dádiva estatal o intentar sacar rédito político según del lado en el que se encuentre. Casi lo mismo a fin de cuentas, distintos caminos para llegar al mismo destino.
Una gran pena, por cierto. La vigilia de un año se transforma en la "Maldonadización" de una tripulación entera.
No pretendo minimizar el dolor por la pérdida de un ser querido, más allá de que los 44 marineros, héroes a perpetuidad de nuestros mares, hayan sido llamados por una vocación de riesgo.
Puede hablarse de "abandono del Estado" cuando el Gobierno congregara en el océano a la mayor flota internacional de rescate de la que se tenga memoria en búsqueda de vida humana?
Rastrillando cada palmo de cientos de kilómetros cuadrados ante los rigores climáticos imperantes?
Brindando hospedaje, asistencia legal y psicológica y pasajes gratuitos permanentemente a los familiares?
Haciendo respetuoso silencio ante ocasionales inquisiciones e insultos desmedidos?
Dando la cara desde un comienzo el vocero de la Armada, el Ministro de Defensa y el mismo Presidente de la Nación?
Si hasta se concedió a los deudos que algunos de sus representantes acompañaran embarcados las operaciones de búsqueda en la última etapa.
No obstante, a menos de un año de que tengan lugar las elecciones presidenciales de 2019, el peronismo y sus aliados opositores pretenden que el Gobierno no cuelgue de su cuello como presea dorada la promesa cumplida del hallazgo del submarino, a esta altura un cúmulo de chatarra devorada por la salinidad, la presión de varias atmósferas y la turbulencia de los mares australes.
Hasta dónde puede llegar el ansia desmedida y maliciosa de recuperar el poder?
Medios masivos de comunicación que ponen el micrófono donde saben hallarán voces cargadas de encono y cegadas por el resentimiento. Algunos de ellos, incluso, no miden con la misma vara, a la hora de informar y dar opinión, otras tragedias -como la de Once- con la del infortunado submarino.
Abogados que como tiburones van allí donde perciben sangre.
Políticos como Nilda Garré, que hoy preside la Comisión de Defensa en la Cámara Baja, cuando por razones de conflicto de intereses no debería ser "juez y parte": en 2011 era la titular de la cartera cuando se llevaban a cabo las tareas de reacondicionamiento.
Resulta extraño se haya conocido, tardíamente, que familiares de los tripulantes hayan dicho que éstos les hubieran referido serias falencias de operatividad en el ARA San Juan.
Por qué no las denunciaron previamente? Será que en verdad los marineros sinceraron sus sospechas con amigos y familiares en la previa del último viaje?
O se trata de una fábula especulativa de gente que vio la oportunidad perfecta para vivir in eternum de la carga impositiva de todos los argentinos?
Y después no ya políticos, ni periodistas, ni familiares carentes de escrúpulos, ni caranchos aprovechadores, sino gente de a pie, que con liviandad, desconocimiento absoluto y sin siquiera un poco de sentido común opina que el Gobierno debería rescatar los restos metálicos de las entrañas del mar.
Los argentinos exhiben, nuevamente, el apego recurrente hacia la todología: ya teníamos 44 millones de directores técnicos de fútbol, 44 millones de sociólogos, 44 millones de economistas, 44 millones de politólogos. Se suman desde hace un año 44 millones de ingenieros navales que trazan las hipótesis más heterogéneas sobre cómo pudo perderse el submarino y cómo podría ser rescatado.
Como si recuperar 2500 toneladas de hierro implosionado, carcomido durante un año por las corrientes oceánicas, fuese tarea plausible. No lo han hecho superpotencias como los EE.UU, Rusia, Francia y China con submarinos hundidos a profundidades sensiblemente menores, a los que tan sólo se les dedica un "patrullaje eterno".
Podría un país sin recursos técnicos y financieros cargarse tamaño lastre?
Sería moral, en una Nación con un 30% de pobreza estructural, se gaste una cifra que rondaría los U$S 4.000.- millones para una empresa no sólo incierta sino también de altísimo riesgo?
Algunos deudos reclaman los restos de sus seres cercanos muy mal asesorados y movilizados por la nostalgia y el sufrimiento, como si fuera posible hallar vestigios humanos si apenas resisten en el oscuro lecho los metales de una vetusta nave mal recauchutada.
Qué mejor tumba que la que ofrece la imponencia del Atlántico para alguien que dedicara toda su vida en adentrarse en sus misterios de caracoles y sargazos, en desafiar a la ira de Poseidón y a los embates de los titanes de lo profundo? Para quien se preparara para servir a la Nación con hidalguía y honor custodiando su legítima soberanía?
Morir por la Patria es vivir para siempre.
Orgullo destinado a unos pocos, a una minoría noble y valerosa que debería servir de inspiración a muchas generaciones de jóvenes argentinos.
Un país normal generalmente se une en las desgracias.
Lo hacen aquellos que sufren cataclismos naturales, grandes siniestros o atentados terroristas.
El nuestro, sin embargo, ha perdido la cohesión, cada episodio desgraciado ensancha aún más la enorme fractura que nos separa como pueblo.
Todo reclamo tarde o temprano termina viciado de nulidad o se tiñe del vil color del dinero.
A veces pienso que la Argentina es un enorme submarino mal reparado, a la deriva, con desplazamiento incierto ante el azote de las corrientes y serias averías en su estructura.
Una nave destinada a llegar a ningún lado mientras su comandancia carece de poder y su rebelde tripulación se prepara para el motín...
@DruidBlogger

Brillante, como siempre!
ResponderEliminarGracias, amor!!
EliminarExcelente. Mis felicitaciones.
ResponderEliminarGracias, hermano querido!
Eliminar