"La gente no come pero tenemos lavaderos de trenes. Vamos bien!"
Poco feliz la frase tuitera deslizada por Fernando Vaca Narvaja, nefasto personaje de la historia argentina que por suerte bajara su candidatura a la intendencia de Bariloche.
La ironía es una herramienta válida y que debe ser utilizada en el momento justo y con la razón de la mano.
Los expertos sostienen que con el dólar tranquilo, la inflación en baja, la ampliación de los precios esenciales, el congelamiento de las tarifas por lo que queda del año, el aumento del 60% en las ventas de los autos y los planes en cuotas sin intereses, ha cambiado el humor popular.
Humor que también se sustenta en poder viajar en trenes más modernos, con frenos que funcionen, con mayor control de las fuerzas del orden, con mejores frecuencias y con unidades limpias.
Esos trenes, además, están volviendo a viajar a las provincias, están interconectando pueblos que estaban desapareciendo y transportando mucha más carga, lo que redundará en mejores precios finales de los productos de las economías regionales.
La sentencia del exmontonero va en estrecha consonancia con otra que muchos opositores recitan como mantra: "El cemento no se come".
Es verdad que el cemento no se come, como tampoco los frenos automáticos de los trenes, las enormes hélices para los parques eólicos o los hidrocarburos que se extraen del yacimiento de Vaca Muerta.
Pero el tendido de gas y de redes cloacales, la frecuencia del servicio ferroviario, la pavimentación de rutas y caminos, la eliminación progresiva de los pasos bajonivel, están también relacionados con la reducción de la pobreza y la calidad de vida de los ciudadanos.
Quien tiene en su vivienda conexión de gas natural, paga mensualmente menos que aquél que aún lo recibe envasado en garrafas.
Quien consume agua corriente no debe pagar agua mineral envasada a la que debe recurrir aquél que cuenta con agua de perforación y tiene sus napas contaminadas.
Quien cuenta con red cloacal está notablemente menos expuesto a la transmisión de enfermedades que aquél que tiene un pozo ciego en el medio de su jardín.
Quien cuenta con asfalto en su cuadra y en el barrio puede aspirar a que pase una línea de colectivos muy cerca de su casa y no tener que pedir un remís.
Quien tarda menos para viajar puede ocupar su tiempo en buscar mejores precios en sus compras cotidianas.
Todo ésto sin soslayar que la obra pública proporciona también trabajo genuino.
No es necesario leer tratados de Sociología ni hacer pormenorizados trabajos de campo, para opinar basta con tener sentido común.
Y fundamentalmente, no mentir, algo de difícil cumplimiento para todo aquél que enarbole la bandera kirchnerista...
Pablo / @Druidblogger
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