Finalmente, como previsible era, el presidente aymara del Estado Plurinacional de Bolivia debió dimitir.
Pretendía ir por encima de la ley, arrogándose los mismos derechos que se arrogan todos los líderes populistas de la Tierra.
Su nombre podría haber derivado en EGO MORALES, creído a esas alturas de que ya era un mesiánico Cacique de Estado ungido por las ánimas de la yunga, los espíritus de los ríos y el manto de la Pachamama.
Como siempre, con la suerte ya echada llegaron los lamentos, las falaces acusaciones, la encendida victimización.
Pero el camino hacia su caída empezó a escribirse mucho antes, en el mismo momento en el que empezara a tensar una cuerda que el domingo 20 de octubre, por la tarde, terminó de romperse.
Atrás quedaron unos primeros años de bonanza económica, de derechos para muchos connacionales postergados, de ser elogiado por el FMI más allá de su discurso social y americanista y de sus actividades paralelas.
Cuando el líder de los cocaleros del "Trópico de Cochabamba" -puesto que nunca abandonó- se enamoró de su mullido sillón presidencial, el primero ocupado por un indígena en la historia de su país, modificó a su conveniencia la Constitución Nacional para asegurarse un nuevo período al poder.
En la Carta Magna precedente no estaban previstos más de dos períodos consecutivos al frente del Poder Ejecutivo.
En la Carta Magna precedente no estaban previstos más de dos períodos consecutivos al frente del Poder Ejecutivo.
En ese momento, ya en su tercer mandato, las variables macroeconómicas comenzaron a esmerilarse, al ritmo en el que también se enrarecía la relación con la oposición, ya herida ante su desmesurado ímpetu de permanencia y en un contexto de profundización de la fractura que divide a la sociedad boliviana.
Al acabárseles los beneficios electorales Evo Morales tomó una medida bastante común entre los líderes populistas: organizó un referéndum. En él la ciudadanía se expediría sobre si estaba o no de acuerdo con una nueva postulación electoral.
No era de votación obligatoria, pero la gente se pronunció mayoritariamente en contra, ya no veía con buenos ojos la angurria de permanencia que mostraba sin disimulo el presidente.
Obviamente, el cacique aymara no se conformó con el resultado del plebiscito, al que consideró "no vinculante" gracias a un pronunciamiento de una Corte Suprema adicta que buscó un vericueto legal para darle pista libre.
Pista libre para una carrera que a la postre resultaría fatal.
Pista libre para una carrera que a la postre resultaría fatal.
Recordamos todos los hechos del reciente domingo 20 de octubre.
El conteo de los votos tenía una tendencia que no le permitían llegar al ballotage, escenario en el que tanto Evo como los analistas políticos veían que no le sería favorable.
Y allí el escándalo, la última mancha que empezaba a escribir la muerte política de Evo Morales.
Un más que sospechoso corte de luz mantuvo por casi 24 horas suspendido el recuento provisional de los votos, cuyo fin mostró cambios de tendencias y una victoria exigua en su favor.
Ese fraude electoral había sido el verdadero "Golpe de Estado" según citara Diego Almagro, progresista secretario general de una OEA que ya había fijado su posición poco después de que Morales venciera en primera vuelta: las elecciones no habían sido transparentes.
La reacción popular no tardó en llegar, esa había sido la gota que derramó el enorme jarrón de paciencia de la gente.
Y también llegó la contrapartida de los partidarios de Evo, haciendo que estallara la confrontación y que el estado de anarquía se apoderada de la Nación, con varios focos de ígnea tensión en la geografía del país.
Las FF.AA, por mucho tiempo aliadas del presidente, ya no querían ser tildadas de represoras. Y sus altos mandos bajaron línea a sus subalternos de un cruce de brazos.
El cuadro se completó con un progresivo amotinamiento de la policía y la suma de los sindicatos a las protestas.
Acorralado, el destartalado líder popular pretendió tardíamente dar un baño purificador a esa democracia marchita llamando a nuevas elecciones.
Fue un manotazo de ahogado.
Y debió renunciar no sólo por la sugerencia de los militares, que como puede comprobarse no tomaron el poder. También de los sindicatos, con la bendición de la Iglesia y el clamor cívico.
No creo en un un Golpe, al menos en el formato en el que estamos tan habituados en la Argentina.
Fue un típico ejemplo del principio de acción- reacción, un tiro en el propio pie, una herida autoinfringida.
Evo creyó que podía manejar a su antojo e in- eternum los andamiajes jurídicos y las Instituciones de Bolivia tal como se manejan los negocios de la droga en el "Trópico de Cochabamba", extensa área de grandes plantaciones de coca, millares de cocinas de cocaína y mafia enquistada en la que los linchamientos a los díscolos es moneda corriente, así como las violaciones de cholas a la luz del día y el untar con miel a campesinos maniatados en espera de las voraces hormigas del trópico.
El expresidente ya consiguió asilo en México, el mismo país que en los 70 cobijara a terroristas argentinos.
Una casualidad -¿casualidad?-: en México existe un verdadero "Estado Paralelo", el de los cárteles de la droga.
Otra casualidad -¿casualidad?-: en Asunción, donde el avión que trasladaba a Evo hacia su exilio debió aprovisionarse de combustible, dos camiones de caudales de Prosegur circulaban a la par.
El progresismo latinoamericano ve un golpe donde técnicamente no lo hubo.
Pero ese nido de víboras, que nutre las filas del Foro de San Pablo y el Grupo de Puebla no ve una dictadura en Venezuela.
Lo de siempre, denunciadores de Lawfare y cultores de la doble vara, que bendicen el incendio de Chile, el accionar desestabilizador desde las sombras del expresidente de Ecuador y la llegada de los Fernández a la Argentina para terminar de llevarse lo poco que dejaron sin saquear.
Pero esa, aunque "todo tenga que ver con todo"...esa es otra historia.
Pablo / @Druidblogger
La reacción popular no tardó en llegar, esa había sido la gota que derramó el enorme jarrón de paciencia de la gente.
Y también llegó la contrapartida de los partidarios de Evo, haciendo que estallara la confrontación y que el estado de anarquía se apoderada de la Nación, con varios focos de ígnea tensión en la geografía del país.
Las FF.AA, por mucho tiempo aliadas del presidente, ya no querían ser tildadas de represoras. Y sus altos mandos bajaron línea a sus subalternos de un cruce de brazos.
El cuadro se completó con un progresivo amotinamiento de la policía y la suma de los sindicatos a las protestas.
Acorralado, el destartalado líder popular pretendió tardíamente dar un baño purificador a esa democracia marchita llamando a nuevas elecciones.
Fue un manotazo de ahogado.
Y debió renunciar no sólo por la sugerencia de los militares, que como puede comprobarse no tomaron el poder. También de los sindicatos, con la bendición de la Iglesia y el clamor cívico.
No creo en un un Golpe, al menos en el formato en el que estamos tan habituados en la Argentina.
Fue un típico ejemplo del principio de acción- reacción, un tiro en el propio pie, una herida autoinfringida.
Evo creyó que podía manejar a su antojo e in- eternum los andamiajes jurídicos y las Instituciones de Bolivia tal como se manejan los negocios de la droga en el "Trópico de Cochabamba", extensa área de grandes plantaciones de coca, millares de cocinas de cocaína y mafia enquistada en la que los linchamientos a los díscolos es moneda corriente, así como las violaciones de cholas a la luz del día y el untar con miel a campesinos maniatados en espera de las voraces hormigas del trópico.
El expresidente ya consiguió asilo en México, el mismo país que en los 70 cobijara a terroristas argentinos.
Una casualidad -¿casualidad?-: en México existe un verdadero "Estado Paralelo", el de los cárteles de la droga.
Otra casualidad -¿casualidad?-: en Asunción, donde el avión que trasladaba a Evo hacia su exilio debió aprovisionarse de combustible, dos camiones de caudales de Prosegur circulaban a la par.
El progresismo latinoamericano ve un golpe donde técnicamente no lo hubo.
Pero ese nido de víboras, que nutre las filas del Foro de San Pablo y el Grupo de Puebla no ve una dictadura en Venezuela.
Lo de siempre, denunciadores de Lawfare y cultores de la doble vara, que bendicen el incendio de Chile, el accionar desestabilizador desde las sombras del expresidente de Ecuador y la llegada de los Fernández a la Argentina para terminar de llevarse lo poco que dejaron sin saquear.
Pero esa, aunque "todo tenga que ver con todo"...esa es otra historia.
Pablo / @Druidblogger

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