Qué motivo me habrá llevado hasta tu casa, esperar en un living sombrío y tenerte nuevamente frente a mí?
Recibir esa particular mañana de otoño, de tu parte, apenas comentarios irrelevantes y discreta atención?
Llamaste a tu hija, sin embargo, a fin de que viniera a saludarme, pero no sin recordarle que en cualquier momento habría de llegar "él".
Al principio creí que mis oídos me había jugado una mala pasada. El diálogo entre ustedes dos, jocoso, en voz bien alta, me demostró que estaba en lo cierto.
Llamaste a tu hija, sin embargo, a fin de que viniera a saludarme, pero no sin recordarle que en cualquier momento habría de llegar "él".
Al principio creí que mis oídos me había jugado una mala pasada. El diálogo entre ustedes dos, jocoso, en voz bien alta, me demostró que estaba en lo cierto.
Vaya uno a saber por qué tu madre, a quien -dicho sea de paso- siempre querré, me invitó a pasar al fondo de la vivienda para mostrarme algo?
La acompañé con cortesía y respeto. Finalmente, apareció ante mis ojos un acopio de ropa interior y de prendas masculinas nuevas, ordenadas y clasificadas. Los boxers yacían en un cubo enorme. Eran muchos y de colores variados. Vi camisas en sus perchas, colgando de un barral. Prolijas y ubicadas por color. También vi jeans y algunas remeras, todo bien acomodado.
Esa suerte de ajuar le pertenecía -a "él"-, visible prueba de un nuevo desembarco suyo en tu vida.
La acompañé con cortesía y respeto. Finalmente, apareció ante mis ojos un acopio de ropa interior y de prendas masculinas nuevas, ordenadas y clasificadas. Los boxers yacían en un cubo enorme. Eran muchos y de colores variados. Vi camisas en sus perchas, colgando de un barral. Prolijas y ubicadas por color. También vi jeans y algunas remeras, todo bien acomodado.
Esa suerte de ajuar le pertenecía -a "él"-, visible prueba de un nuevo desembarco suyo en tu vida.
Por qué debí volver a ese living ya con su presencia, que parecía iluminarte aún en su pequeñez física y cognitiva?
Muy amargo resultó ver esa llamativa complicidad de dos antiguos amantes, cuyos caminos en un momento se habían irremediablemente bifurcado. Su esperada irrupción de media mañana, otoñal y gris, me tuvo como testigo.
Claramente había ido yo para otra cosa, no para asistir a una escena romántica sorpresiva y ajena, de imposible concreción un par de años atrás, cuando vos misma me confiaras su desonestidad.
Una nueva ida hacia el fondo, grande y caótico, hizo que conociera a dos hermanos varones tuyos cuya existencia desconocía. Sabía de dos hermanas, una ya en dimensión de eternidad. Conocí a la otra, así como a su simpático y chispeante esposo. Pero dos hombres? De qué me había perdido?
Claramente había ido yo para otra cosa, no para asistir a una escena romántica sorpresiva y ajena, de imposible concreción un par de años atrás, cuando vos misma me confiaras su desonestidad.
Una nueva ida hacia el fondo, grande y caótico, hizo que conociera a dos hermanos varones tuyos cuya existencia desconocía. Sabía de dos hermanas, una ya en dimensión de eternidad. Conocí a la otra, así como a su simpático y chispeante esposo. Pero dos hombres? De qué me había perdido?
Educados y afables me mostraron recodos, pasillos, recámaras y hasta una enorme terraza en donde yo jamás había estado. Esta última parecía un mini- zoológico de especies extravagantes: burros de tamaños diversos, un extraño mono, aves zancudas de picos corvos. También se paseaban varios perros, mayormente oscuros y de lana profusa. Y algún que otro representante de ignota geografía, biodiversidad, era geológica o dimensión. Indefinibles por cierto.
Me preguntaba cómo podrían albergar tantos animales en una superficie tan limitada.
Después tus hermanos me hicieron conocer un amplio local de la esquina, de propiedad familiar, con conexión con la casa y salida por la calle contigua. Me presentaron al propietario del negocio de al lado, de venta de artículos de cuero tales como camperas, calzados y portafolios. Y algo más retirada había una lóbrega comisaría, con desprolijos oficiales montando guardia o caminando en su sucio pasillo de entrada, de trato no muy afable - para conmigo, al menos-.
Luego de algún diálogo, escueto pero siempre ameno, me despidieron. Me habían indicado previamente el camino de regreso, por lo que tanto a vos, como a tu madre o a tu hermosa hija, ya no volví a verlas.
Tampoco con él volví a cruzarme.
Para ser honesto, debo reconocer fue muy gentil conmigo al vos presentármelo, a eso de las 10:30 de esa mañana cenicienta que nuevamente nos acercara.
A pesar de esa boca abierta, de dientes amarillentos y desparejos, de su cara de nada y de esa mirada bovina e insípida -casi estúpida- conmigo mostró cordialidad.
Luego de algún diálogo, escueto pero siempre ameno, me despidieron. Me habían indicado previamente el camino de regreso, por lo que tanto a vos, como a tu madre o a tu hermosa hija, ya no volví a verlas.
Tampoco con él volví a cruzarme.
Para ser honesto, debo reconocer fue muy gentil conmigo al vos presentármelo, a eso de las 10:30 de esa mañana cenicienta que nuevamente nos acercara.
A pesar de esa boca abierta, de dientes amarillentos y desparejos, de su cara de nada y de esa mirada bovina e insípida -casi estúpida- conmigo mostró cordialidad.
Ya estaba de viaje. La avenida por la que circulaba no bien dejara la casa estaba atestada de vehículos, de un flujo intenso en un sentido y en otro. Los autos casi no respetaban las normas del tránsito y los bocinazos y el humo de los escapes eran la perfecta representación del caos. Una barrera baja por el paso del ferrocarril me privó de virar hacia la izquierda, por lo que atravesé la avenida a la que llegaba cuando el semáforo se puso en verde.
De allí en más todo fue andar en círculos, por buen rato, alejándome de la vía directa hacia mi hogar. Que el partido de Morón dejara lugar al de La Matanza demostraba que iba en la dirección absolutamente opuesta, y por un flanco jamás recorrido por mí.
De allí en más todo fue andar en círculos, por buen rato, alejándome de la vía directa hacia mi hogar. Que el partido de Morón dejara lugar al de La Matanza demostraba que iba en la dirección absolutamente opuesta, y por un flanco jamás recorrido por mí.
Vi una gran dársena en la que había una larga formación de colectivos de pasajeros, estacionada en 45º, vacíos en apariencia y de color preferentemente amarillo. En marcha más de uno.
Dejé mi auto en un espacio libre para que alguien me indicase cómo hacer para llegar a Castelar, tan lejana ya a esta altura.
Cuando nadie supo o quiso indicarme, volví nervioso a mi blanco Volkswagen, respirando el penetrante olor a gasoil y mala combustión que invadía el ambiente.
Retomaba de tal modo mi derrotero sintiéndome como al principio.
Sin orientación, con una fuerte angustia oprimiendo mi pecho.
Dejé mi auto en un espacio libre para que alguien me indicase cómo hacer para llegar a Castelar, tan lejana ya a esta altura.
Cuando nadie supo o quiso indicarme, volví nervioso a mi blanco Volkswagen, respirando el penetrante olor a gasoil y mala combustión que invadía el ambiente.
Retomaba de tal modo mi derrotero sintiéndome como al principio.
Sin orientación, con una fuerte angustia oprimiendo mi pecho.
La misma con la que desperté, a pocos minutos pasadas las 5 de la madrugada.
Pablo / @Druidblogger -cuenta suspendida-
Pablo / @Druidblogger -cuenta suspendida-

😔
ResponderEliminarLa mente siempre trabajando.
EliminarEstando despierto o dormido.
Un beso, amor...