Mucho se especulaba respecto al tedeum del 25 de mayo a celebrarse en la Catedral Metropolitana.
Desde 2003 en adelante, los gobiernos kirchneristas se las rebuscaron para disfrazar de "federal" cada asistencia a tales cultos. Cualquier artilugio era bueno, la premisa era no escuchar en sus propias narices las fuertes críticas del entonces punzante Cardenal Bergoglio.
Esta vez, la situación ofrecía matices que presagiaban una homilía como las que ya se temían desde Duhalde en adelante.
Un Papa resentido con el presidente, férreo defensor del aborto no punible, no había recibido en Santa Marta al canciller Cafiero, hombre de confianza de Alberto Fernández y uno de los pocos que le responden. Como tomando partido por el sector cercano a Cristina, pues sí fue visitado por Wado de Pedro, Ministro del Interior, y por el inefable gobernador del Chaco, Jorge "Coqui" Capitanich.
En su reciente gira europea, el presidente había intentado sin suerte recalar en los atrios vaticanos, mientras hacía y rehacía una agenda concebida a las apuradas.
Aún en su divorcio de la realidad, el presidente Fernández tenía fundamentadas sospechas como para temer un reto de la jerarquía eclesial. Llegó a planear hasta último momento un viaje a la Base Esperanza, en la Antártida, junto a todo el gabinete. Porque "hasta Menem había viajado a la Antártida" sostuvo, olvidando que el carismático líder riojano lo había hecho en meses estivos. Inclusive llegó a sugerir al rompehielos "Almirante Irízar", amarrado en Puerto Madero, como eventual medio de transporte, como si se tratara de un viaje charter costeado con el esfuerzo y los impuestos de los argentinos.
Un dislate pensado por alguien trasnochado. O borracho, como "sin faltar respeto a su investidura" sugiriera Sergio Berni, Ministro de Seguridad bonaerense.
Frustrada su huida antártica, Alberto Fernández no tuvo otra alternativa que asistir al tedeum, con el ala kirchnerista bombardeando su propio Gobierno, con el ala derecha adjudicándole inclinaciones etílicas, con su propia base electoral desencantada y a poco de arreglar con dinero su causa penal por el escandalo de Olivos.
Aún en su divorcio de la realidad, el presidente Fernández tenía fundamentadas sospechas como para temer un reto de la jerarquía eclesial. Llegó a planear hasta último momento un viaje a la Base Esperanza, en la Antártida, junto a todo el gabinete. Porque "hasta Menem había viajado a la Antártida" sostuvo, olvidando que el carismático líder riojano lo había hecho en meses estivos. Inclusive llegó a sugerir al rompehielos "Almirante Irízar", amarrado en Puerto Madero, como eventual medio de transporte, como si se tratara de un viaje charter costeado con el esfuerzo y los impuestos de los argentinos.
Un dislate pensado por alguien trasnochado. O borracho, como "sin faltar respeto a su investidura" sugiriera Sergio Berni, Ministro de Seguridad bonaerense.
Frustrada su huida antártica, Alberto Fernández no tuvo otra alternativa que asistir al tedeum, con el ala kirchnerista bombardeando su propio Gobierno, con el ala derecha adjudicándole inclinaciones etílicas, con su propia base electoral desencantada y a poco de arreglar con dinero su causa penal por el escandalo de Olivos.
Y así llegó a la Catedral, sin autoridad, sin crédito, empequeñecido por propio mérito, sin la compañía de la primera concubina pero con su alicaída guardia pretoriana; cruzando a pie de vereda y recibiendo tanto insultos como discretos vítores de sectores afines.
Lo esperaba una pequeña inquisición vernácula a ojos de ciertos inocentes opinadores. entre ellos quien escribe.
Pero no.
Lejos de ello, fue recibido muy cordialmente por el prelado de la Argentina. Incluyendo una palabra de aliento: "ánimo"
Lo esperaba una pequeña inquisición vernácula a ojos de ciertos inocentes opinadores. entre ellos quien escribe.
Pero no.
Lejos de ello, fue recibido muy cordialmente por el prelado de la Argentina. Incluyendo una palabra de aliento: "ánimo"
Y a posteriori, siguió a la primera lectura una complaciente homilía, la más edulcorada de la que se tenga memoria.
El Cardenal Mario Poli, temiendo - acaso- ser víctima de carpetazos por grises aspectos inmobiliarios en su arquidiócesis, eligió callar. Y como referente máximo en nuestro país, equivale a decir que la Iglesia -ante el peronismo- eligió callar.
Pensar que otros monseñores atacaban directamente y sin eufemismos al presidente anterior. Invitándolo a mirar a la cara a los pobres, organizando críticas "mesas del hambre" o acusándolo con sorna de que construyera más cárceles que hospitales,
El Nacionalismo católico y peronista, del que siempre nos ilustra y recuerda el Profesor Loris Zanatta, nuevamente en el candelero.
Y la Iglesia, reeditando las viejas indulgencias, se mostraba más preocupada por la interna peronista que por las necesidades de la gente, eterna rehén del populismo nacional.
El Cardenal Mario Poli, temiendo - acaso- ser víctima de carpetazos por grises aspectos inmobiliarios en su arquidiócesis, eligió callar. Y como referente máximo en nuestro país, equivale a decir que la Iglesia -ante el peronismo- eligió callar.
Pensar que otros monseñores atacaban directamente y sin eufemismos al presidente anterior. Invitándolo a mirar a la cara a los pobres, organizando críticas "mesas del hambre" o acusándolo con sorna de que construyera más cárceles que hospitales,
El Nacionalismo católico y peronista, del que siempre nos ilustra y recuerda el Profesor Loris Zanatta, nuevamente en el candelero.
Y la Iglesia, reeditando las viejas indulgencias, se mostraba más preocupada por la interna peronista que por las necesidades de la gente, eterna rehén del populismo nacional.
El resultado de ese trato amigable se vio reflejado en la tarde de Florencio Varela, ciudad del tercer cordón, con un presidente animado y dicharachero que rasgaba su guitarra y entonaba canciones de Lito Nebbia.
Como un payador de feria en el día en que se conmemoraba a nuestro Primer Gobierno Patrio.
Como un payador de feria en el día en que se conmemoraba a nuestro Primer Gobierno Patrio.
La Institución con sede en Roma, ahora en su filial del 415 de Rivadavia, generaba así un nuevo desencanto.
Por cierto, no era el primero.
Ni será el último.
"Nada envalentona tanto al pecado como la indulgencia" -William Shakespeare-
Pablo / @DruidbloggerOK

Acuerdo con este excelente análisis. Cuántos cómplices pagos tiene este gobierno.
ResponderEliminarComo siempre, la iglesia en su línea. En el lado equivocado de la historia... 😡
ResponderEliminar